Mis batallas por ganarMuestra
Heridas de guerra
Hace un tiempo me operaron del tobillo, y las marcas que quedaron son importantes y acumulan varios centímetros y unos cuantos puntos. Un amigo me dijo: «Vas a poder contarles la historia a tus nietos, tienes las marcas».
Eso me hizo pensar: ¿cuál sería la historia? Una es la operación, los detalles, el dolor, la recuperación; otra, lo que aprendí en el proceso. Me quedo con la segunda.
Las heridas en sí no son nada si no hay algo para contar que muestre para qué estuvieron.
José tenia esas marcas. Las marcas del para qué eran más importantes que las del por qué. Imagino que cuando le contó a su familia por lo que había pasado, debe haber incluido una sesión de «esperad que os enseño las marcas». Debe haberse subido la túnica de «soy el segundo de Egipto» para mostrarles lo que había debajo, lo que había forjado su carácter para llegar hasta ahí. Por eso puede decirles: «Tranquilos, todo esto fue el plan de Dios para que vuestros sueños se cumplan.»
Las marcas de guerra son diferentes a las heridas de la vida. Las marcas nos impulsan, las heridas nos atan.
No siempre podremos elegir que haya o no heridas. Lo que sí podemos hacer es pedirle a Dios que las trasforme en marcas de guerra, para recordar, no el dolor, sino el propósito, el para qué pasé por ahí.
Lamerme las heridas no me lleva a ningún lado, pero mirar de vez en cuando las cicatrices de guerra me ayuda a ver que hubo, hay y habrá un propósito más alto que yo, pero que como antes, Dios estará ahí para pelear por mí.
Escritura
Acerca de este Plan
La imagen más común de un guerrero podría ser de pie, junto a su vencido, mostrando su poder, disfrutando su victoria. No es así en el Reino. Ganamos las batallas que nos encontramos de rodillas y en el lugar correcto. Arrasadoramente humildes, extremadamente honestos, absolutamente vulnerables, delante de Aquel que ganó por nosotros la más grande de todas las batallas
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