A prueba de tormentasMuestra

Había una vez en la tierra de Uz un hombre justo e irreprensible que se llamaba Job. Satanás decidió atacar a este hombre y Dios le dio permiso para hacerlo. En un solo día, Job perdió todo lo que había conseguido durante toda su vida. Desastre tras desastre golpeó a este hombre inocente con una ferocidad incomparable.

Lo que Satanás no había tenido en cuenta era que, si bien esta tormenta podría haber sido la peor experiencia de la vida de Job, ¡marcaría el comienzo de su mejor momento! Después de que los amigos insensatos de Job lo atacaron verbalmente, acusándolo de haber pecado contra Dios y de ser la causa de sus propios problemas, Job les recordó que Dios aún no había terminado con él. El final de la historia de Job no implicaría que se sentara en medio del dolor humano y se frotara cenizas por todo el cuerpo. Las historias del pueblo de Dios nunca terminan en cenizas sino siempre en oro puro.

En medio del dolor humano de Job y de las declaraciones de sus amigos, ¡el Señor habla! El Dios del universo ha estado observando la vida de Job y escuchando sus conversaciones. Al final de esta trágica experiencia de tormenta, el Señor quiere que Job recuerde su autoridad y control total sobre el mundo que ha creado. ¡Dios quiere que Job esté asombrado por el hecho de que ha sido invitado a participar en un mundo tan maravilloso con su Creador! 

¡Y entonces ocurrió un milagro! Todo lo que había sido devastado fue devuelto a Job “doble”: Job experimentó el otorgamiento de una doble bendición porque obedeció al Señor y porque oró por aquellos que lo habían lastimado descuidada e innecesariamente.

Si puedes practicar el “Principio Job” y adorar incluso mientras estás de duelo, el Señor también bendecirá tu vida sin medida. Si oras por aquellos que te han hecho daño, si bendices incluso a aquellos que te han perseguido, ¡el Señor cuidará de ti! ¡Él no sólo restaurará tu reputación y tu pérdida, sino que también aumentará todo lo que tienes! Dios, nuestro Creador y Padre, se alegra mucho al dar a sus hijos una doble bendición de favor, honor y herencia.