Vivir renovado: Conversaciones con DiosMuestra

¿Por qué hablar con Dios?

¿Alguna vez has pensado en la oración como algo más de tu lista de quehaceres para ser un buen cristiano? ¿O lo has visto con demasiada presión para decir las cosas correctas de la manera correcta? Tal vez has tenido problemas para creer en su poder porque te ha decepcionado muchas veces. Si alguna vez te has sentido así, no estás sola.

Pero esa no es la manera en que Dios quiso que viéramos a la oración. Él la creó como una forma para conocernos y para que nosotros lo conozcamos. El propósito de la oración no es que parezca que tenemos todo cuando decimos: "Oraré por ti". Y no se debe usar como una transacción de negocios o una lista de deseos de Amazon. El propósito de la oración es tener una relación más cercana con Dios.

Dios quiere que lo veamos como el amigo que siempre está listo y emocionado por escucharnos. Nunca te dirá que estás compartiendo demasiado. Nunca va a estar distraído o muy cansado para darte Su completa atención. Incluso cuando ha pasado mucho tiempo entre las conversaciones, siempre está listo para retomar donde lo dejaste sin malos sentimientos.

Piensa cuando eras pequeña y tus padres te preguntaban cómo había estado tu día. Ellos no querían escuchar solo un estuvo bien. Ellos querían escuchar lo que te emocionó, lo que te molestó y lo que pensaste de todo ello. Más aún, Dios quiere escucharlo todo.

Jesús murió para que nosotros pudiéramos hablar con Dios como un amigo. En el Antiguo Testamento, el pueblo de Dios tenía que ofrecer sacrificios purificadores para estar en su Santa presencia, pero ahora podemos hablar con Dios uno a uno sin toda la pompa y las circunstancias. Debemos hablarle con reverencia y respeto, pero está bien hablar casualmente, como lo harías con un buen amigo. Entonces, la próxima vez que algo pase y te sientas triste, enojada, agobiada, emocionada o apasionada, antes de llamar a una amiga, haz una pausa y cuéntale a Dios primero.

Práctica: Establece un cronómetro por cinco minutos y comparte algo de tu día con Dios. Puede ser algo bueno o malo. Puede ser a la mitad de tu día, en tu camino a casa, o antes de dormir. Puedes pensarlo, decirlo o escribirlo. Solo haz el tiempo para compartir algo real con Él.