«Juntamente con Él»Sample

«Juntamente con Él»

Todo lo que pretendía impedir la cruz de Cristo, provenía de Satanás. Su intervención se debió a que sabía que en la cruz estaba su derrota. De la misma manera que ocurrió hace más de dos mil años con Cristo, sucederá actualmente en tu vida a través de Él.

Si te bajas de la cruz no hay muerte, si no hay muerte no hay resurrección, y si no hay resurrección, gana la muerte y Satanás. Pero si aceptas que juntamente con Él estás crucificado, y cada día mueres a ti mismo, se manifestará la victoria en Cristo sobre la muerte y sobre el que tenía el poder de la muerte. Todo el esfuerzo debe estar puesto en manifestar la cruz. Ese es el objetivo; es ahí donde toda nuestra redención es consumada. La cruz es el abrazo de Dios tratando con nuestra vida. ¿Cómo voy a querer escapar de la cruz? ¿Cómo voy a quejarme de ella?

Más tarde, el mismo Jesús, al anunciarles a dos de sus discípulos que la hora había llegado, dijo: «Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto». También les dijo: «Todo aquel que quiera salvar su vida, la perderá; pero que todo aquel que pierda su vida por causa de mí, la hallará». 

Jesús dijo algo muy importante de entender: «Ahora está turbada mi alma; ¿y qué diré? ¿Padre, sálvame de esta hora? Mas, para esto he llegado a esta hora». El Señor había llegado a donde se había propuesto llegar, y dijo: «Padre, ahora, glorifica tu nombre...» Ese es el camino, esa es la meta, y se transita juntamente con Cristo, todo en plena semejanza.

Un ejemplo claro, ocurre más tarde con el mismo Pedro, en el momento de la negación. Unos instantes antes Pedro había confesado que seguiría a Jesús aun a costa de perder su propia vida, pero solo un rato más tarde, él solo quería conservarla. Es una historia que se repite. A veces sentimos que amamos al Señor de todo corazón, pero al mismo tiempo vivimos tanto en el área de las emociones que pensamos que somos lo que sentimos.

Si Dios no destruye nuestra autoconfianza, vamos a seguir siendo engañados por nuestros propios sentimientos. No es a la obra cristiana a la que debemos estar consagrados, sino a la voluntad de Dios, para ser y hacer todo lo que el Señor desea y espera de nosotros. Pedro aprendió esta verdad con dolor: no podemos seguir a Jesús si queremos conservar nuestra vida.