Nabucodonosor

El cielo gobierna

Reflexión:

Lleno de poder y gloria, Nabucodonosor se había enorgullecido. No obstante, recibió una advertencia de parte de Dios:

“Y en cuanto a la orden de dejar en la tierra la cepa de las raíces del mismo árbol, significa que tu reino te quedará firme, luego que reconozcas que el cielo gobierna. Por tanto, oh rey, acepta mi consejo: tus pecados redime con justicia, y tus iniquidades haciendo misericordias para con los oprimidos, pues tal vez será eso una prolongación de tu tranquilidad” (Daniel 4:26-27).

A pesar de este aviso, transcurrió un año entero. El rey olvidó su sueño y, paseando por su palacio, alardeó: “¿No es esta la gran Babilonia que yo edifiqué para casa real con la fuerza de mi poder, y para gloria de mi majestad?” (Daniel 4:30).

En ese momento, la advertencia dejó de serlo y pasó a ser una realidad. Nabucodonosor finalmente admitió que solo un reino durará por siempre. Reconoció la supremacía del gobierno celestial, y su historia es una historia de restauración cuando aceptamos que solo Dios tiene poder por encima de todo y todos.

A lo largo de la Biblia, vemos que la humildad es clave para relacionarnos con Dios.

Santiago 4:6 nos dice: “Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes”.

También vemos que la misericordia de Dios es inmensa. (Lamentaciones 3:22-23)

Si bien Dios resiste a los soberbios, también es cierto que Su gracia y misericordia alcanzaron a un hombre arrogante y orgulloso como lo fue Nabucodonosor. Y esa misma gracia nos alcanza a ti y a mí, que llevamos dentro un pequeño Nabucodonosor que quiere levantarse y decir: “¿No es esta la gran Babilonia que yo edifiqué para casa real con la fuerza de mi poder, y para gloria de mi majestad?”.

Al igual que el rey, a veces olvidamos o hacemos caso omiso de lo que Dios nos está pidiendo. Pero Dios no se olvida, y la buena obra que Él ha comenzado, la termina.

Así como Dios le envió una advertencia a Nabucodonosor, a nosotros nos ha dado su Espíritu Santo, quien nos convence y nos amonesta cuando queremos desviarnos.

Con paciencia, gracia, amor y misericordia diaria, Dios nos invita a escuchar y obedecer. La pregunta es: ¿Lo harás?

Oración:

Señor, te damos gracias por tu Espíritu Santo y su obra en nosotros. Abre nuestros ojos para ver la soberbia y el orgullo que llevamos dentro; permítenos notar la viga en nuestros ojos. Ayúdanos no solo a reconocer tu gobierno y autoridad, sino a practicar la justicia con los demás. Danos la capacidad de amar al prójimo, levantar al caído, ver la necesidad del otro y cubrirla. Ayúdanos a obedecerte y hacer tu voluntad. Gracias porque la buena obra que has comenzado en nosotros, Tú la completarás. Oramos en el nombre de Jesús, amén