Es Hora De AdorarleSample
La canción del alma
Cuando leemos los salmos nos damos cuenta de cuán asociados están los cánticos a la adoración a Dios. En uno de ellos encontramos la frase: “Cantad a Dios, cantad; cantad a nuestro Rey, cantad; porque Dios es el Rey de toda la tierra; cantad con inteligencia.”Sal. 47:6-7
Es un llamado a abrir nuestros labios y cantar con la conciencia de que a quien cantamos es al Rey de toda la tierra. En ocasiones nuestros cánticos se han dejado envolver por la rutina y la costumbre, y mientras cantamos tenemos la mente en mil cosas menos en aquella que es el objeto de nuestra canción.
De manera, que cuando escuchamos la expresión del salmista instándonos a que cantemos con inteligencia, debemos reflexionar con la intención de querer saber a qué se refiere este consejo. ¿Sólo los inteligentes, los educados, los que tienen algún grado académico pueden cantar al Señor? ¿Es necesario tener algún tipo de educación musical, al menos de las técnicas de la voz?
La respuesta es clara, no. Porque cantar con inteligencia no es otra cosa que cantar con conciencia. Una conciencia que no la provee ninguna academia sino el Espíritu Santo de Dios. Por ello, no se trata de si la voz es exquisita o no, de las técnicas musicales que se tengan o no se tengan. Se trata de la conciencia que tiene nuestra alma de a quién es que dirigimos nuestro canto en adoración.
¿A quién cantamos? Veamos la adoración celestial que le fue revelada al apóstol Juan, “Santo, Santo, Santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es, y el que ha de venir. Y siempre que aquellos seres vivientes dan gloria y honra y acción de gracias al que está sentado en el trono, al que vive por los siglos de los siglos, los veinticuatro ancianos se postran delante del que está sentado en el trono, y adoran al que vive por los siglos de los siglos, y echan sus coronas delante del trono, diciendo: Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas.” Apc. 4:8-11
Si cuando cantamos al Señor, Él es el punto central de nuestra canción, el motivo de nuestra adoración, entonces estaremos cantando con el alma. Y una canción cuyo fin es el de la adoración no es medida en el cielo por la calidad de la voz sino por la intención del corazón. “Alaba, oh alma mía, a Jehová. Alabaré a Jehová en mi vida; cantaré salmos a mi Dios mientras viva.”Sal. 146:1-2
A veces necesitamos reflexionar sobre estos asuntos que parecen obvios pero que el tiempo se encarga de desmerecer llevándonos a un cántico común e inconsciente. Cantemos con el alma, detengámonos en las palabras y rebosemos de adoración a Aquél que es digno de suprema exaltación.
“Te exaltaré, mi Dios, mi Rey, y bendeciré tu nombre eternamente y para siempre. Cada día te bendeciré, y alabaré tu nombre eternamente y para siempre. Grande es Jehová, y digno de suprema alabanza; y su grandeza es inescrutable.”Sal. 145:1-3
Sal. 79:13 – “Y nosotros, pueblo tuyo, y ovejas de tu prado, te alabaremos para siempre; de generación en generación cantaremos tus alabanzas.”
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La adoración a nuestro Dios es el resultado de un corazón agradecido y un alma absorta en su grandeza. Mientras el mundo adora todo aquello que ocupa un lugar de prioridad en su agenda, los cristianos adoramos al que vive por los siglos de los siglos. No obstante, hay momentos en los cuales el alma se silencia y se hace necesario que le hagamos un llamado a la adoración.
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