Séptima Palabra

PAZ

En ocasiones vivimos experiencias que pueden llegar como grandes tempestades a perturbar la paz. Sin lugar a dudas muchos hemos experimentado pérdidas irreparables en nuestra familia. Yo perdí a mi padre durante la temporada de huracanes del 2017. Él se encontraba delicado de salud, con una hemoglobina muy baja para poder ir al quirófano y las inclemencias del tiempo obligaron a la autoridades hospitalarias darle de alta. El Huracán María, azotaría a Puerto Rico como ciclón categoría 5.

La situación de mi padre se complicó durante las horas del azote del Huracán y aunque luego de que cesaran lo vientos logramos hacer los arreglos para traerle en medio del caos al estado de la Florida en un vuelo humanitario, ya era demasiado tarde para él. Y perdió la vida cuatro días después de su llegada. Al mismo tiempo yo, que pastoreaba en mi primer año de la obra que Dios me había encomendado, intentábamos dar paz a todos lo que también tenían familiares en Puerto Rico y de los cuales no tenían noticias.

Iniciamos un plan y un centro de acopio en el templo para viajar a Puerto Rico en un viaje misionero. Así que unos días después hicimos el servicio memorial de mi padre, donde tuve que oficiar yo misma la ceremonia y dos días después salimos a Puerto Rico, donde pudimos visitar cada familiar de nuestra congregación tanto como a muchos desconocidos, orar, consolar, aportar provisiones, alcanzar almas y ver la poderosa mano de Dios a nuestro favor.

Créeme sé a lo que se refería Pablo cuando escribió: Entonces experimentarás la paz de Dios, que expande todo lo que podemos entender. Su paz inundará tu corazón y tu mente mientras vivas en Cristo Jesús (Filipenses 4:7 NTV).

Habiendo vislumbrado finalmente al Mesías de Israel, un alegre Simeón anunció que podía "partir en paz". Paz es una palabra que impregna la historia de Navidad.

Cuando Zacarías, lleno del Espíritu Santo, comenzó a profetizar el día de la circuncisión milagrosa de su hijo, cerró su largo mensaje profético declarando que el Mesías venía "para guiar vuestros pies por el camino de la paz” (Lucas 1:79). El anuncio angelical a los pastores incluía la bendición profética: “paz en la tierra”.

En la profecía de Isaías acerca del Mesías que vendría y que nacería de una virgen, aprendemos que uno de Sus nombres sería Príncipe de Paz (Isaías 9:6).

Eso es lo asombroso de estas siete palabras del Nacimiento , todas se interconectan y se superponen. Varias de las profecías hablaban de redención. La profecía de Simeón mencionaba la salvación. Varias mencionan bendición o ser bendecido. La mayoría de ellas producen alegría en el que habla o en los que escuchan. En conjunto, estas siete palabras son el verdadero corazón de la historia de Navidad porque representan el corazón de Dios por ti y por mí.

Algo más me llama la atención cuando doy un paso atrás y miro estas historias en su conjunto. Las personas que dieron y recibieron estas palabras son un grupo notablemente diverso. El hecho de que Ana tuviera al menos 105 años y Simeón 112 me dice que nadie es demasiado viejo para ser usado por Dios. Y el hecho de que María fuera solo una adolescente de un pequeño pueblo rural revela que nunca se es demasiado joven o incompetente para ser el instrumento de Dios para cambiar el mundo.

Algunas de estas palabras fueron dadas por ángeles, pero otras vinieron a través de personas comunes como usted y yo. Algunas vinieron a individuos como María y José, pero otras vinieron a grupos como los pastores. De esos seis individuos, tres eran hombres (Zacarías, José y Simeón) y tres eran mujeres (Ana, María y Elisabet).

¿Qué nos dice esto? ¡Que Dios no hace acepción de personas! No hay discriminación bajo el gobierno del Rey Jesús. No hay un nivel de élite para ciertos grupos solamente. De hecho, la Palabra dice que en Cristo no existe tal cosa como hombre o mujer, judío o gentil. Ricos y pobres; de ciudad y de campo; aquellos con múltiples títulos académicos y aquellos que solo se han graduado de la escuela de la vida dura, todos pueden recibir palabras de Dios. Todos pueden entregar palabras de Dios también. El terreno verdaderamente es nivelado al pie de la cruz.

Todo esto es posible solamente porque Jesús vino. Vino a corregir todo lo que en el mundo se torció y se rompió en la Caída. Vino a reconciliarnos con Dios. Vino a calmar las furiosas tormentas de miedo y vergüenza en nuestras almas. Vino a traernos paz. Así que... "Que la paz que proviene de Cristo gobierne sus corazones. Como miembros de un solo cuerpo, están llamados a vivir en paz. Y sean siempre agradecidos" (Colosenses 3:15, NTV).