Rostros - Mujeres de la Biblia 1Sample
La adúltera, condenada por todos.
«Si un hombre cometiere adulterio con la mujer de su prójimo, el adúltero y la adúltera indefectiblemente serán muertos» –así dice el pasaje de Levítico 20.10 al que parece aludir el grupo de escribas y fariseos que confrontaron con Jesús cuando llevaron ante él a una mujer sorprendida en adulterio (Jn 8.2-11).
Mientras Jesús estaba enseñando en el templo, unos escribas y fariseos se acercan, reconociéndolo como «maestro» (v. 4) para plantearle la resolución de un conflicto: traen ante él a una mujer que ha sido descubierta en el mismo acto de adulterio y solicitan su opinión en relación con la aplicación de la ley mosaica («tú, pues, ¿qué dices?» v. 5b).
Tres irregularidades llaman la atención:
En primer lugar, la cita del texto de la ley (v. 5) es intencionalmente incompleta. No se puede pensar en un error involuntario tratándose de quienes más la conocen. La ley prescribía la muerte de ambos adúlteros, y no solo la de la mujer, como plantean aquí los escribas y fariseos. Otra irregularidad es la ausencia física y discursiva (no se hace referencia alguna a él) del compañero de adulterio, quien, como queda dicho, también merecía la pena de muerte. Y, por último, la ausencia de los dos o tres testigos requeridos en tales casos (Dt 17.6). Estas irregularidades han hecho pensar que se trataría de una trampa tendida a la mujer, tal vez por su marido, a quien no se menciona en ningún momento.
En cuanto al desarrollo de la escena, todo el episodio parece girar en torno de Jesús y los acusadores. La mujer, como un objeto, es colocada en medio de la multitud y expuesta a la vergüenza pública. Pero, aunque físicamente está en medio del grupo, en lo simbólico está a un costado, ya que ella no constituye el verdadero interés de sus delatores. Según las palabras del narrador en v. 6, todo esto no es más que una trampa usada para poner a prueba a Jesús. Entonces, habría dos engaños: uno tendido a la mujer por su marido, y otro tendido a Jesús por los acusadores (v. 6).
Jesús, que nada dice con palabras, parece indicar Su apatía mediante un movimiento: Se inclina y escribe en el suelo, este gesto es considerado como una muestra de desinterés (v. 7). La insistencia de escribas y fariseos consigue, por fin, una respuesta del Maestro que los desarticula. Jesús no les habla como a un grupo, sino que se dirige a cada uno de ellos como individuos (v. 8b). En las palabras del Maestro no hay cuestionamiento alguno de la ley mosaica, sino un llamado a la introspección y al autoexamen. Cada uno personalmente debe hacerse cargo no solo del castigo que quiere aplicar, sino de su propia vida pecaminosa. Mientras actuaron en conjunto, compartían responsabilidades, pero cuando Jesús los reprende como individuos pecadores, se desvanece el proceso de ocultamiento.
Las palabras del Maestro son perfectamente comprendidas y ahora son los acusadores quienes se quedan sin palabras y responden mediante gestos. La respuesta es asumida de manera personal, pues el texto especifica que «uno a uno» (v. 9) abandonaron la escena, lo cual significa también el abandono de la «acusación-trampa».
Las palabras de Jesús no implican el incumplimiento de la ley, sino su humanización. Ante las evidentes irregularidades que rodeaban la acusación, la aplicación de la ley podría considerarse más bien un acto de injusticia.
La salida de los acusadores posibilita el encuentro personal de la mujer con Jesús. Algunos comentaristas señalan que la mujer no manifiesta fe ni arrepentimiento de su conducta. No obstante, hay que advertir que, aunque sus inculpadores se habían ido, dejando sin efecto la amenaza que se cernía sobre su cabeza, la mujer permaneció en medio (v. 9b) tal como la habían puesto en el versículo 3, esperando oír las palabras de Jesús.
Es recién cuando Él la invita a iniciar una nueva vida sin pecado, y le da libertad de irse, cuando al fin ella abandona la escena (v. 11), dando a entender así que es Jesús quien tiene la última palabra sobre su conducta.
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Mujeres invisibles que cobran vida, salen del anonimato y nos enseñan que la fe, la perseverancia y la confianza en Dios son imprescindibles en el camino de la existencia. Un plan de 8 días para profundizar en la vida de mujeres que marcaron la historia.
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