Cómo obra la fe: Un estudio de SantiagoSample
¿Cómo obra la fe cuando estás sufriendo?
Como pastor, uno tiene el honor de tener un asiento de primera fila para los días más sagrados en la vida de las personas. Uno de esos días fue cuando fui al hospital a visitar a una anciana cristiana que había vivido una vida muy dolorosa. Había estado comprometida, pero su prometido se escapó con su amiga, resultando en que ella nunca se casara. No mucho tiempo después de ser abandonada, desarrolló algunos problemas de salud debilitantes que la tuvieron en una silla de ruedas o en una cama de hospital en momentos inesperados a lo largo de su vida. Ella sirvió como secretaria en una iglesia hasta que la denominación se volvió apóstata, tomó el edificio y desmanteló la iglesia a la que había dedicado su vida para servir. Más adelante en la vida, ella y algunas viudas formaron un grupo muy unido de amigas al que se refería con cariño como las “Chicas Doradas”. Con el tiempo, enterró a cada una de esas amigas y se quedó muy sola.
Para mí, ella era un gigante espiritual. Amaba al Señor Jesús y nunca se quejó de las cosas que tuvo que sufrir en la vida. Su vida fue dura, pero su corazón era blando. Su vida fue traumática, pero su fe era firme.
Antes de entrar en su habitación del hospital, la enfermera me informó de que estaba al borde de la muerte y que no había recibido más visitas. Aunque la quería mucho, no la conocía bien, pero mi sentí honrado de estar a su lado antes de que hiciera el viaje final para estar con Jesús.
Como pastor nuevo y muy joven, no estaba seguro de qué decir, así que acerqué una silla para poder mirar su rostro, que estaba en el borde de la cama del hospital. Nunca olvidaré la expresión de su rostro. Tenía una sonrisa radiante y comenzó a reír. Guiñó un ojo, me miró y dijo: “Pastor, este es el mejor día de mi vida. ¡Mi sufrimiento ha terminado y mi Salvador viene por mí!” Yo lloraba y ella reía. Éramos todo un espectáculo.
Yo era un predicador, pero la vida de esta mujer era un sermón sobre ser “paciente” y asegurarse de “no quejarse” o “juzgar” mientras se “sufre” con “firmeza”. Ella vivió su vida demostrando que “el Señor está cerca” y de cómo “el Señor es compasivo y misericordioso” para llevarnos a través de la vida y a salvo a casa.
La vida en el planeta tierra es tan brutal que nadie sale vivo.
Una de las primeras cosas que la mayoría de la gente desea tan pronto como Dios los salva es que Jesús regrese, y ¡pronto! Algunas personas se frustran tanto esperando la venida de Jesús que se obsesionan con el estudio bíblico de los últimos tiempos y tratan de averiguar cuánto tiempo más tienen que aguantar en esta vida. Dios no es lento, pero es paciente y nos pide que también seamos pacientes. Él todavía tiene personas que salvar y trabajo que hacer antes de que llegue el fin, y hasta entonces, la forma en que vivimos determina la cosecha de recompensas que tendremos en el Reino.
En nuestro estudio bíblico, a menudo es útil pensar en términos familiares. El apóstol Santiago es un pastor paternal, cariñoso y preocupado. Si no vemos el libro de Santiago bajo esta luz, el tipo de vida al que Santiago nos llama nos parecerá una obligación muy pesada. Teológicamente, estas distinciones nos ayudan a comprender la diferencia entre el “indicativo” y el “imperativo”.
Los escritores del Nuevo Testamento a menudo usan declaraciones indicativas para revelar un hecho. Cosas como lo que Dios ha hecho por su pueblo, como salvarlos de sus pecados en Jesús, o las cosas que hará por ellos en el futuro, como darles vida eterna. El Nuevo Testamento también usa declaraciones imperativas como una forma de exigir una respuesta apropiada. Los indicativos de las Escrituras (lo que Dios ha hecho) hacen posible que los oyentes obedezcan los imperativos de las Escrituras (lo deben hacer). Cuando malinterpretamos estas distinciones, la obligación del creyente de obedecer puede convertirse en una fría y obligatoria lista de lo que se debe y no se debe hacer.
Las palabras de Santiago están saturadas de indicativos de lo que Dios ha hecho y de lo que Dios hará en el futuro. El regresará, y la paciencia viene de vivir una vida que mira hacia esta realidad. Santiago da tres ejemplos de paciencia: el agricultor (v. 7), los profetas (v. 10) y Job (v. 11).
Los siervos humildes de Dios permanecerán pacientes cuando la gente del mundo actué en autocomplacencia o causen problemas, porque nuestro Señor viene. Hemos visto su compasión y misericordia. Conocemos Su fidelidad y Él nos bendecirá si permanecemos firmes. Pero esto no es volverse a la autosuficiencia, como si Dios nos estuviera llamando a ser fieles usando nuestras propias fuerzas. Jesús, el inquebrantable “ancla del alma”, ha sido echado en nuestra barca para mantenernos firmes (ver Heb. 6:19). Cuando sintamos que la duda o el miedo nos alejan de Dios, recuerda que Aquel que nos sostiene no nos dejará ir.
¿Qué circunstancias tienden a revelar tu falta de paciencia? ¿Qué acciones o actitudes en respuesta a las circunstancias difíciles comunican tu falta de confianza en Dios? ¿Qué mentiras sobre Dios necesitas confesar? ¿Qué pasajes de las Escrituras vas a memorizar sobre el carácter de Dios para ayudarte a perseverar en las dificultades?
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¿Te has preguntado cómo habría sido compartir un dormitorio con Jesús cuando eras niño? El increíble y práctico libro de Santiago, escrito por uno de los hermanos de Jesús, ofrece un vistazo de Jesús del punto de vista de un miembro de su propia familia. En este plan, estudiarás los escritos de Santiago y cómo presenta de manera práctica a Jesús como el Señor y el objeto de nuestra fe.
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