Sermón del MonteSample
Lee: Mateo 5:20–26
Reflexiona:
«Deja la ofrenda delante del altar, ve de inmediato a reconciliarte con esa persona…».
Piensa:
Un joven llegó enojado a casa, porque en el colegio un compañero le había hecho pasar un mal rato. Su padre al verlo enojado le preguntó qué le pasaba y el joven le contó cómo lo había humillado «pero no se va a quedar así», aseveró, «buscaré la forma de hacer que me lo pague».
Su padre le pidió que saliera al patio, como había llovido estaba lleno de lodo. El padre dibujó un pequeño círculo en la pared y le dijo a su hijo: «quiero que imagines que ese círculo es ese compañero que te hizo enojar, y esta pila de lodo es tu venganza, toma bolas de lodo y tírale, tratando de atinarle».
El joven pasó diez minutos lanzando lodo a la pared, algunos tiros pegaron cerca del círculo, otros no llegaron, la mayoría pegaron en otras partes de la pared. Al cabo de ese tiempo su papá le preguntó: «¿Cómo te sientes?». «Mucho mejor, no le atiné con todos, pero le di», contestó el joven. Entonces su padre tomó un espejo y le dijo «Mírate». Cómo era de imaginar tenía lodo en el cabello, la cara, la ropa.
Entonces su padre le dijo: «El rencor es como el lodo, mancha más a quien lo lanza que a su objetivo. Además, ensucia todo el entorno y nos cambia a nosotros mismos».
En el Evangelio de hoy Jesús habla sobre el perdón. En la ley existen muchas formas de reparar el daño cuando alguien te ofende o te causa un mal, pero Jesús nos dice que no nos debe preocupar el castigo o la reparación del daño, sino que debemos profundizar aún más y pedir perdón de corazón; y si nosotros somos la parte ofendida, no basta con decir: «estamos a mano», sino otorgar el perdón sincero.
Claro que no es la cosa más sencilla, es natural sentirnos enojados cuando alguien nos ofende; pero no debemos dejar que este sentimiento se arraigue en nuestro corazón. Y si nosotros ofendemos a alguien también debemos tener el valor para saber reconocer nuestra falta, pedirle perdón y en la medida de lo posible, reparar el daño.
No vayamos por ahí con la cara sucia por querer vengarnos de quien nos ha causado un mal, o por no saber pedir perdón ante nuestras faltas.
Dialoga:
Señor Jesús, ayúdame a ser un discípulo fiel, y que en mis actos de caridad las personas puedan ver tu rostro de amor. Dame la gracia de saber perdonar y pedir perdón, para que el rencor no anide en mi corazón, y que pueda presentarlo como ofrenda para ti.
Concéntrate:
Repite varias veces durante el día: «Señor, que sepa perdonar, como tú me perdonas»
Recalculando:
Hoy te invito a que te mires hacia adentro. En tu corazón es posible que haya un recuerdo perdido de alguna persona que dijo algo que te hirió, o que alguien te ofendió o que sentiste que fueron injustos contigo. ¿Cuánto hace que cargas con esa ofensa? Tal vez se hizo grande, muy grande, y ahora incluso haces juicios a los demás por el rencor que llevas dentro. Haz un esfuerzo por perdonar. Si aún no te es posible encontrarte con esa persona pídele en tu oración a Dios que lleve tu perdón y quédate en paz. Verás que se siente diferente la vida cuando se logra perdonar.
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Estudia el Sermón del monte del Evangelio de Mateo utilizando la práctica de la Lectio divina que te permite conocer a Jesús por medio de la lectura y la oración.
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