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Amar verdaderamente

¿Alguna vez has escuchado de las Esposas de la Guerra Civil de los Estados Unidos? Julia Grant y Varina Davis eran las Esposas de la Guerra Civil. Varina estaba casada con Jefferson Davis, general de guerra en el lado de la «Confederación», y Julia con Ulysses Grant, general de guerra en el lado de la «Unión». Sus dos ejércitos lucharon en contra y cuando estos dos hombres murieron, las viudas terminaron viviendo cerca la una de la otra. Sus hijos y familia terminaron siendo muy buenos amigos. Estamos viviendo tiempos donde existe mucho racismo y división. Lo que nuestras naciones necesitan en tiempos de división, es amor. 

Necesitamos tener un corazón que ame verdaderamente. Antes de predicar o enseñar acerca de Dios a tus amigos, ámalos. Cuando tomamos la decisión de amar sinceramente, en vez de odiar, juzgar, o despreciar a otros, grandes cosas sucederán en nuestras vidas y en las vidas de aquellos que nos rodean. Nuestro corazón debe amar a Dios y de la misma manera, necesitamos amar a nuestra iglesia. El Apóstol Juan nos enseña precisamente esto en su primera carta, nos recuerda de sus tiempos con Jesús, al mismo tiempo que asienta el fundamento de amor para la iglesia.

El primer paso para amar verdaderamente es amar a Dios primero. ¡Dios es amor! El envió a su hijo a morir por nosotros. El amor que Dios tiene para nosotros no se puede comparar. Es un amor el que impacta y transforma. Cuando decidimos amar a Dios, somos capaces de amar a otros aun cuando no sea fácil. Dios cambia nuestros corazones con su amor. Él tiene el poder de transformar corazones y cambiar relaciones igual como lo hizo con las Esposas de la Guerra Civil. Dios puede hacer cosas grandes.

Nosotros reflejamos el amor de Dios cuando decidimos amar a nuestros amigos. Muchas veces queremos predicarles o cambiarlos, pero qué si antes de hacer eso, simplemente los amamos. Un amigo estaría más abierto a recibir un consejo o tenerte confianza si le mostraras amor. El mostrar amor es una oportunidad de compartir a Cristo. Es nuestro gran mandamiento, amarnos los unos a los otros.

Por último, es importante que tu corazón también ame a la iglesia. Amar a tu iglesia no es tan solo con tu asistencia, pero también con tu tiempo. Sirve, bendice, y ama tu iglesia de la misma manera que lo haces con tu vida personal. 

Empieza tu semana amando verdaderamente. Ama a Dios, a tus amigos, y a tu iglesia.