Las Tentaciones De JesúsEjemplo

La tentación de adorar para tener

En esta tercera tentación, el enemigo no cuestiona la identidad de Jesús, sino su lealtad y propósito. Tras atacar nuestra identidad, el enemigo busca arruinar nuestro propósito, entreteniéndonos con el tener y acumular. Dios encargó al ser humano llenar de vida la tierra en Génesis, pero el hombre cayó y perdió su intimidad con Dios. ¿Cómo podemos dar vida sin intimidad? El hombre solo atinaba a reproducirse y acumular. A menudo, cuando no podemos mejorar cualitativamente, solo hacemos las cosas más grandes. Desde el principio, el enemigo ha tentado al hombre a "tener a cambio de adorar al dios que representa nuestros deseos", haciéndonos parecer a ese dios. En este caso, el dios del materialismo ofrecía el tener ciudades a cambio de entregar la vida.

La humanidad ha caído innumerables veces en esta tentación: sacrificamos tiempo con nuestras familias por nuevos electrodomésticos o creamos ciudades de neón que nos embriagan con derroches. Nos han vendido modelos aspiracionales que gastan en una botella de vino lo que un maestro gana en un año. Nos inclinamos a esos dioses de barro, olvidando que cuanto más queremos parecernos a ellos, menos nos acercamos al sueño que Dios tuvo para nosotros. Nos volvemos irrelevantes para la eternidad, abrazando la mentira de “tanto tienes, tanto vales”.

Cual fue la respuesta de Jesús: Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás. Jesús decidió conectar su propósito y lealtad a cumplir el plan de divino de Dios para tu vida, en este momento, el servicio se convierte en una expresión de adoración, hace muchos años un hombre de Dios, William Temple dijo; Adorar es avivar la conciencia mediante la santidad de Dios, alimentar la mente con la verdad de Dios, purgar la imaginación con la belleza de Dios, es abrir nuestro corazón al amor de Dios y la sumisión de toda nuestra naturaleza a Dios.

Jesús enfrentó estas tentaciones no solo para conocer los desafíos humanos, sino para mostrarnos un camino para no sucumbir a estas tres corrientes de pensamiento: creer que nuestra identidad está en lo que hacemos, podemos hacer o tenemos. Quien abraza la identidad y propósito que Dios le dio, se conecta con su esencia y, desde allí, lo que hace y tiene se conecta con la eternidad.

Todos hemos caído en estas tentaciones, especialmente al estar inmersos en un sistema que describe el éxito así. Con Dios, vencemos en nuestras derrotas. Al reconocer nuestra debilidad, podemos abrazar el camino de Jesús para vencer.