Las Tentaciones De JesúsEjemplo

¿Amar los desiertos?

El efecto Dunning-Kruger, estudiado por la psicología cognitiva, es un sesgo que nos lleva a sobrestimar nuestras habilidades. Afirma que cuanto menos sabe alguien sobre un tema, más probable es que piense que sabe mucho y opine más. Por ejemplo, al principio, un artículo puede hacernos creer que dominamos un tema, pero al profundizar, reconocemos nuestra falta de conocimiento, lo que nos lleva a dar opiniones más informadas y humildes. Con la vida cristiana nos suele pasar algo así. Conocemos a Jesús como Señor de nuestra vida y gritamos “Jamás te dejaré”, incluso cuestionamos a todos los que no piensen igual que nosotros. Con el tiempo nos vamos dando cuenta que se trata de permanecer, ser más humildes reconociendo que no lo sabemos todo. También puede llegar un momento que nos rompe en mil pedazos, una pérdida, una crisis, la consecuencia de un pecado que nos hace sentir desnudos y altamente vulnerables, pero en ese desierto vamos descubriendo la gracia y bondad de Dios que nos lleva a la redención y el perdón. Entonces decidimos vivir desde la gratitud y humildad de un pecador redimido en lugar de estancarnos en la pedantería de un teórico incapaz de tener compasión por sí mismo y por los demás.

Tomemos nota que es el mismísimo Espíritu Santo quien intencionalmente lleva a Jesús al desierto. Uno se preguntaría, ¿que tenía que aprender el Dios hombre en el desierto? Pero creo que el Espíritu le mostró cómo el enemigo se aprovecha de la humanidad caída para arruinarla.

El desierto nos despierta, afina nuestros sentidos, nos libera de cargas y nos enseña a valorar las compañías. Puede llevarnos a cambios radicales que elevan nuestra vida. Los desiertos nos ayudan a afirmar nuestro propósito. Sin embargo, debemos cuidarnos de no ir solos ni estancarnos como víctimas o victimarios.

¿Qué desierto estas viviendo? ¿Estas estancado en la negación, en echar la culpa a otros, en dar vueltas en círculos porque reniegas en lugar de escuchar lo que Dios quiere decirte? Yo sé que los barcos tienen que vivir tormentas, pero están hechos para conquistar el horizonte, así también los desiertos, los silencios, los inviernos, pueden ser regalos de Dios para transformarnos en la adversidad, pero nunca dejemos de recordar a un Dios siempre presente que nos llamó a seguir caminando.

Padre, eleva mi pensamiento, ayúdame a mirar más allá de la crisis que me hace ver solo niebla espesa y muéstrame como puedes forjar mi carácter para la eternidad con este desierto.