El Anhelo De Conocer a DiosEjemplo

El anhelo de conocerle

Una de las cosas que en la vida pueden darse por sentadas es la realidad de la existencia de Dios. “Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas" (Apc. 4:11). No tenemos más que mirar a nuestro alrededor y veremos a la naturaleza como testigo irrefutable de su Creador. Los colores, las formas, las funciones de cada parte, la majestuosidad de lo creado no nos dejan más explicación que la de ser una obra del Todopoderoso.

Muchas personas se van por el camino de la negación del Altísimo y para ello elaboran las más disparatadas tesis acerca del origen de todo lo creado. Así es que, al observar las maravillas de la naturaleza, su pobrísimo entendimiento no les permite sacudirse de sus necias ideas, para aceptar la realidad de que todo fue creado por Dios.

Pablo explica esto con muchísima claridad y gran sabiduría. Veamos lo que dice en Romanos 1:19-20, “Porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa".

Es indudable que, como seres humanos somos incapaces de entender, de comprender la magnificencia de Dios. La Biblia es muy específica cuando apunta al hecho de esa carencia nuestra para entenderle. “¿No has sabido, no has oído que el Dios eterno es Jehová, el cual creó los confines de la tierra? No desfallece, ni se fatiga con cansancio, y su entendimiento no hay quien lo alcance" (Is. 40:28).

Así es, la mente humana no es capaz de alcanzar ese entendimiento. Pero esto no significa que estemos en el aire respecto a nuestro conocimiento de Dios. Más bien lo que implica es que debemos anhelar conocerle cada vez más, que jamás deberíamos sentirnos conformes con lo que ya sabemos. Esto porque en verdad es mucho lo que aún nos falta por aprender.

Para ello necesitamos la guianza del Espíritu Santo, es Él quien puede guiarnos a la verdad. Para entender, necesitamos que nuestros ojos sean abiertos a lo divino. Dispongámonos a saber, anhelemos entender, oremos para que así sea.

“Antes bien, como está escrito: cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman. Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aún lo profundo de Dios. Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios. Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido" (1 Cor. 2:9-12).