Audaz, un Viaje de Obediencia y Valor hacia el Propósito de DiosMuestra
Cuando cambias tu nombre
Una de las escenas más impactantes del libro de Rut es cuando Noemí llegó a su tierra. La tierra de Moab se volvió la tierra del dolor, angustia, de muerte. Murió todo lo que tenía valor para ella, su esposo y luego sus dos hijos. Murió una parte de ella, al punto donde Noemí declara: “Ya no me llamen Noemí, llámenme, Mara".
Es interesante ver que Dios no fue quien cambió el nombre de Noemí por Mara. Fue una decisión de Noemí abrazar su dolor, y, en consecuencia, sentir que estaba dejando de ser quien era ella. Si algo Dios me ha enseñado es que a pesar de que parece que en medio de las pruebas vamos perdiendo nuestra esencia, y que vamos perdiendo nuestra identidad, la verdad es que Dios nos está llevando a nuestra esencia original. De pronto parecía que el destino de Noemí era llevar amargura, dolor, resentimiento, por causa de todo lo que perdió. La verdad es que Noemí estaba por experimentar una temporada desconocida para ella, donde expresaría por completo su esencia, su dulzura.
Ha tomado muchos años el trabajar con mi identidad. Es algo que aún al día de hoy Dios continúa trabajando, me sigue perfeccionando. Me he topado con lo peor de mi misma. He pasado por el valle de la tristeza y la depresión. He tenido que revisitar eventos de mi pasado para encontrar respuestas y sanidad para mi presente y asegurar una mejor herencia.
No tener una identidad correcta nos lleva a tener una imagen distorsionada de nosotros. Una imagen distorsionada nos lleva al desprecio. El desprecio a sobrevalorar la opinión de los demás y a tener en poco el diseño de nuestro Creador para cada uno de nosotros. No tener claro de dónde proviene nuestro valor nos lleva aceptar cualquier cosa tratando de llenar algo dentro de nosotros. Tomamos en poco quienes somos, no nos amarnos correctamente y no podemos otorgar un amor sano a los demás.
La intención de Dios es que aceptes Su amor y ames Su esencia en ti.
Lo que realmente ha sido revelador es que mi identidad proviene del profundo e incondicional amor de Dios por mí. Su amor no se basa en mis esfuerzos; se basa en la obra de Cristo, que es perfecta. Su amor no tiene condiciones, no tiene requisitos, no es un intercambio, no me lo tengo que ganar. En amor me pensó, me diseñó y me trajo a existencia.
Ese es el mismo amor que prometió estar conmigo todos los días de mi vida. Por amor me perdona cada vez que confieso mis pecados sin llevar un registro de fallas y me libra de toda condenación. Su amor hace de mí una nueva creación que cada día va perfeccionándose. Ese amor nos da la victoria sobre nuestros enemigos. Un amor que es más grande que el dolor del pasado. Un amor que no defrauda, que no busca lo suyo. Un amor que nos conduce a una vida llena de Su gracia.
Dios desea que realmente aceptes lo que dice sobre ti en el Salmo 139:13-16 (TLA):
Dios mío, tú fuiste quien me formó en el vientre de mi madre. Tú fuiste quien formó cada parte de mi cuerpo. 14 Soy una creación maravillosa, y por eso te doy gracias. Todo lo que haces es maravilloso, ¡de eso estoy bien seguro! 15-16 Tú viste cuando mi cuerpo fue cobrando forma en las profundidades de la tierra; ¡aún no había vivido un solo día, cuando tú ya habías decidido cuánto tiempo viviría! ¡Lo habías anotado en tu libro!
Acerca de este Plan
Cada proceso en nuestras vidas nos coloca en la posición de tomar decisiones. Nos quedamos inmóviles o somos audaces en avanzar en medio de los procesos de la vida. En mi libro titulado “Audaz” comparto el trato de Dios con mi vida, el cual lo comparo con la historia de Noemí saliendo de la tierra de Moab. Es mi oración que mi travesía te fortalezca y te dé el valor para entrar a los retos de una nueva vida.
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Nos gustaría agradecer a Janet Patricia por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://a.co/d/4EK0Liv