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Te invito a reflexionar sobre los momentos en que la angustia, el dolor o la ansiedad te han paralizado, dejándote atrapado en pensamientos sin solución. Imagina ahora entregar esos pensamientos a Dios, confiando en que Él tiene el control y permitiendo que su paz llene tu corazón. Esto no solo es posible, sino que es precisamente lo que Dios desea para ti. Él no quiere que vivas agobiado y exhausto por tus preocupaciones; te ama tanto que te invita a encontrar descanso en Él.

Jesús nos enseñó el daño que nos causamos al preocuparnos y cómo podemos liberarnos de esa carga. Mateo 6:34 nos aconseja:
"Así que no se preocupen por el día de mañana, porque el día de mañana tendrá sus propias preocupaciones. Cada día tiene ya sus problemas".

Este versículo es una exhortación directa de Jesús a no obsesionarnos con el futuro y lo que pueda traer. Nos recuerda que nuestro Padre celestial conoce nuestras necesidades y que su amor y cuidado por nosotros son infinitos. Jesús nos advierte que preocuparnos es innecesario y contraproducente, y subraya que cada día presenta sus propios desafíos. Sobrecargarnos con preocupaciones futuras solo nos aleja de la paz y del propósito que Dios tiene para nosotros en el presente.

Cuando Jesús pronunció estas palabras, lo hizo en el contexto del Sermón del Monte, un discurso lleno de enseñanzas prácticas para vivir en comunión con Dios. Nos invita a confiar en Él y a vivir según su voluntad. Las enseñanzas de Jesús en la Biblia refuerzan la idea de vivir libres de ansiedad y preocupaciones, instándonos a que:
"En toda ocasión, con oración y súplica, presenten sus peticiones a Dios y den gracias, y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará sus corazones y sus mentes en Cristo Jesús".

Este pasaje complementa las enseñanzas de Jesús, mostrando que la clave para superar la preocupación y el dolor es entregar nuestras cargas a Dios mediante la oración.

Confiar en Dios es una elección, un acto de fe que nos transforma y nos abre a la vida plena prometida por Jesús. A menudo, la angustia y la preocupación nos invaden por lo que escapa a nuestro control; luchar contra ello es inútil. En esos instantes, deberíamos preguntarnos si está en nuestras manos resolverlo. Si no es así, la decisión es evidente: entregarnos al Señor, admitir su Poder, Bondad, Generosidad y Misericordia, confiar en sus designios y caminos, y no en nuestro entendimiento limitado. Aceptemos que Él tiene el mando y el plan perfecto para nuestras vidas.