Cuando la vida te roba la esperanza

¿Por qué te abates, alma mía? ¿Por qué te turbas dentro de mí? Pon tu esperanza en Dios, porque aún he de alabarlo, mi Salvador y mi Dios.

—Salmos 42:11 (NVI)

El hecho de que la vida pueda ser dura no nos sorprende a ninguno. Está llena de altibajos, cimas de montañas y valles profundos, picos de victoria y largas temporadas de derrota. En esos momentos, nuestro corazón puede sentirse pesado y agotado de toda esperanza. Nos decepcionamos, sintiendo que no vale la pena tener esperanza, creyendo que confiar en Dios para un final esperado es un riesgo que no queremos tomar para proteger nuestra estabilidad emocional.

Ya sea una crisis de salud, problemas financieros, relaciones rotas u otras pérdidas, estas pruebas pueden dejarnos abrumados y sin esperanza. Es fácil dejar que las circunstancias dicten nuestra perspectiva, permitiendo que la desesperación se infiltre y nuble nuestra visión del futuro.

David es un claro ejemplo de alguien que experimentó sentimientos de abandono. Sus emociones frente a sus circunstancias lo llevaron a la conclusión temporal de que había sido olvidado. Sin embargo, una y otra vez en los Salmos vemos cómo su perspectiva cambia al recordar la fidelidad de Dios.

La declaración de David en el Salmo 42:11, de volver a poner su esperanza en Dios, refleja su decisión intencional de cambiar su enfoque de las circunstancias hacia la fidelidad de Dios. La esperanza no es solo un deseo pasivo; es una confianza activa en el carácter y las promesas de Dios. Cuando recordamos quién es Dios y lo que ha hecho, encontramos la fuerza para perseverar.

Dios no nos pide que tengamos esperanza con la expectativa de que resolveremos las cosas por nuestra cuenta. Ya sea que tu esperanza sea casi inexistente o simplemente estés pasando por una sacudida temporal, Dios te llama a volver a tener esperanza en Él.

Puede que la vida te haya lanzado situaciones complicadas, pruebas dolorosas o resultados confusos, pero nada de eso es más grande que el poder de tener esperanza en Dios. En Cristo, Dios te invita a experimentar la belleza de encontrar refugio en Él mientras procesas la decepción. Incluso cuando tu esperanza se tambalea, Dios está cerca.

Punto clave de esperanza: El primer paso para restaurar tu esperanza es reconocer que la has perdido. Sé honesto y vulnerable con Dios para admitir que ya no crees de la misma manera que lo hacías antes de que la vergüenza, el dolor, la decepción y el fracaso tocaran tu puerta. Tómate diez minutos hoy para hacer una pausa y escribir en tu diario sobre los desencadenantes o decepciones que han hecho que disminuyas tu expectativa en Dios. Pregúntate: «¿Cómo cambiaron esos momentos la forma en que veo a Dios y Su plan para mi vida?».

Oración: Señor, gracias porque, incluso cuando siento que he perdido la esperanza, Tú siempre estás cerca. Te pido que me muestres qué es lo que ha robado mi esperanza y me ha hecho sentir que tus planes para mí no prevalecerán. Te ruego que reveles las partes de mi corazón que han sido heridas por expectativas no cumplidas. Sáname en esas áreas, Señor, para que pueda volver a poner mi esperanza en Ti.