El Dios Que Nos SalvaMuestra

Hijos de Dios

Jesús estuvo presente desde siempre. Aunque nuestra mente finita no logre comprender plenamente el maravilloso misterio de la eternidad, Dios siempre fue, es y será Dios.

El Evangelio de Juan relata en su primer capítulo que la luz verdadera venía al mundo. La misma tierra que Él había creado con sus manos era aquella a la que ahora se acercaba humildemente. Siendo el creador de todo el universo, no fue reconocido por nosotros. Vino a los de su propio pueblo, pero lo rechazaron. Sin embargo, aún hay esperanza: todos los que creen en Jesús y lo reciben como Señor y Salvador tienen el privilegio de ser hechos hijos de Dios.

El amor de Dios tomó forma humana en la persona de Jesucristo. La salvación se encarnó, el perdón se reflejó en su mirada, y sus palabras transmitieron esperanza. Todo aquel que cree en Él pasa de muerte a vida.

Todos los nacimientos traen profunda alegría. El llanto de un recién nacido es motivo de felicidad para sus padres, familiares y seres queridos. Pero este nacimiento fue especial: trajo alegría y vida nueva para toda la humanidad.

La luz verdadera ilumina nuestras vidas para siempre. Es cierto, la luz expone todo aquello que estaba oculto en la oscuridad. En Cristo encontramos esperanza. Dios no solo siente amor por nosotros, sino que lo demostró al enviar a Su Hijo para salvarnos.