El Dios Que Adoramos 2Muestra
Día 2: Dios es Santo: Atributo Triplicado
“El que espera, desespera”, dice un dicho. Esa espera suele ser porque anhelamos ver cambios y cuando estos no llegan, la decepción nos invade. Esposas frustradas porque los aparentes cambios de sus esposos no son permanentes. Los países cristianos latinoamericanos, a pesar de su profesión de fe, suelen resolver sus pleitos a través de la fuerza y la violencia que desencadenan círculos de venganza; al dejar el diálogo fuera de la solución, el anhelado cambio está cada vez más lejos.
Algunos piensan que para que situaciones como las anteriores mejoren, los seres humanos debemos cambiar nuestra conducta; si el político es corrupto, debe dejar de serlo; si el esposo es violento, debe dejar de serlo; si el adolescente es rebelde, debe dejar de serlo. No debería haber fallas en este anhelo, al fin y al cabo, el cambio es algo positivo.
A diferencia de nosotros, Dios no necesita cambiar porque El no tiene grietas en Su carácter o en Su ser. Él es perfecto en todas las dimensiones que podemos concebir. Y por eso, Dios es santo.
Cuando decimos que Dios es santo, estamos llamando la atención a la profunda diferencia que existe entre El y todas las demás criaturas. La santidad de Dios se refiere a la majestad trascendente de Dios, a su superioridad infinita, por lo cual El es digno de todo nuestro honor, reverencia, adoración y alabanza. La santidad de Dios indica que Sus acciones son puras y justas, El siempre hace lo que está bien, aunque en ocasiones no lo entendamos. Este es el único atributo que acompaña explícitamente a Su nombre.
No hay nada que esté relacionado con Dios que no sea como El; todo lo que sale de El es santo porque esto es parte de Su esencia. Hallar error en Sus dichos, en Sus preceptos, en Sus pensamientos es manchar la santidad de Su carácter, es por eso por lo que no puede tolerar ni convivir con el pecado. Porque es santo, rechaza todo lo que es contrario a Su santidad, así lo expresa la Biblia: “Seis cosas hay que odia el SEÑOR, y siete son abominación para Él: ojos soberbios, lengua mentirosa, manos que derraman sangre inocente, un corazón que maquina planes perversos, pies que corren rápidamente hacia el mal, un testigo falso que dice mentiras, y el que siembra discordia entre hermanos”. Proverbios 6:16-19
Luchamos con reflejar este atributo a pesar de vivir sujetos a nuestra naturaleza caída. En ese escenario de aparente dualidad, ¿cómo debe manifestarse la santidad de Dios en su pueblo? Dios claramente llama a los suyos a ser santos, diciendo Sed santos, porque yo soy santo (1 Pedro 1:16). Esto indica que la santidad divina debe reflejarse en nosotros como un distintivo de pertenecer a Dios. Es decir, no somos santos para nosotros mismos, sino debido a quién pertenecemos y en quién reposa nuestra identidad.
Frente a esta verdad de la santidad de Dios podemos responder, por lo menos, con tres acciones:
• Volver: Haber rechazado a Dios significó para la humanidad su incapacidad de reflejar Su santidad. Necesitamos volver a El cada día, porque esta es la única forma en que nuestra santidad es ejercitada. Si dejamos de mirarnos en el espejo, pronto olvidaremos cómo somos. Si dejamos de mirar a Dios, olvidaremos cuál es nuestro referente para la ética, la bondad, la moralidad, la espiritualidad. Volver a Dios cada día es recordar que la santidad no depende de algo que yo pueda hacer, sino de lo que El ya hizo por mí. Diles, pues: «Así dice el SEÑOR de los ejércitos: “Volveos a mí” —declara el SEÑOR de los ejércitos— “y yo me volveré a vosotros” —dice el SEÑOR de los ejércitos (Zacarías 1:3).
• Contemplar: el atributo de la santidad no es la característica más importante de Dios (todas tienen la misma importancia), pero sí es la que mejor muestra la distinción entre el Creador y las criaturas. Este atributo nos invita a la contemplación, a estar absortos de lo profunda que la santidad de Dios puede llegar a ser. Se requiere un profundo compromiso diario de ir a la presencia de Dios por medio de Su Palabra y de la oración. Tributad al SEÑOR la gloria debida a Su nombre; traed ofrenda, y venid delante de Él; adorad al SEÑOR en la majestad de la santidad (1 Crónicas 16:29).
• Anhelar: la santidad de Dios es querer que Su carácter se refleje en nosotros para glorificarlo delante de los hombres. Sin santidad nadie puede verlo; nadie que no sea como él, nadie que no esté a su altura, nadie que no esté de acuerdo con su carácter puede estar frente a su triple santidad. Anhelar ser santos como El es la única forma en la que podemos estar en relación con otros mostrando que el centro de nuestra vida es Cristo. Sino que, así como aquel que os llamó es santo, así también sed vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque Yo soy santo (1 Pedro 1:15-16).
Acerca de este Plan
Cuando desconocemos los atributos de Dios, tendemos a crear nuestra propia versión de él. En otras palabras, creamos un dios a nuestra imagen y semejanza, ajustado a nuestros deseos. En este plan devocional descubre la grandeza del Dios que adoramos y las implicaciones que tiene en nuestro diario vivir.
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Nos gustaría agradecer a TRUE INFLUENCERS por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://conectarglobal.com/