Ritos Y Costumbres a La Luz De La EscrituraMuestra

Con mucha frecuencia, las personas nos sentimos orgullosas de nuestras tradiciones y pocas veces investigamos por qué se hacen. Las aceptamos, las creemos y las practicamos; y, como muchos lo hacen, no las consideramos malas.

El ser humano tiende a abrazar cualquier práctica que le proporcione algún beneficio, bienestar o solución a sus problemas, sin importar de dónde venga, quién la recomiende o cuál sea su trasfondo. Lo importante es que, al realizar la práctica, se sienta bien y obtenga el resultado prometido o esperado.

En tiempos complicados de enfermedad, tristeza, pérdidas, angustia, pobreza, etc., suceden dos cosas. La primera es que con mucha facilidad compartimos nuestras aflicciones con otras personas, y la segunda es que casi siempre nos recomiendan o recomendamos el hospital, el doctor, el té, la infusión, el curandero o el hechicero. Aun en broma, se dice: “necesitas una limpia” cuando todo sale mal. Cabe aclarar que hay recomendaciones que no son malas, como sugerir un médico o un hospital.

El rey Saúl entró en un tiempo de desesperación al no obtener respuestas de Dios ni de los profetas, por lo que pidió que le buscaran una adivina para consultarla. Esto sucede con frecuencia: la desesperación o angustia llevan a las personas a buscar soluciones donde sea. El hecho de que Saúl lo hiciera muestra que sabía cómo funcionaba esa práctica.

Oremos:
Señor, te doy gracias por el país donde me has dado el privilegio de vivir. Sé que no todas las costumbres te honran. Te pido que me perdones si, por desesperación, hice cosas que te ofendieron. Te lo pido en el nombre de Jesús, amén.