Superando el MiedoMuestra

Mi historia continúa

Ahora que sabemos un poco más sobre la confianza, permítanme ponerles en contexto nuestra historia. Después de que se descubrió el tumor cerebral, las cosas fueron cuesta abajo rápidamente. Mi esposo sufría de hidrocefalia, que es una inflamación del cerebro debido a una acumulación de líquido cefalorraquídeo en su interior. El tumor había crecido justo al lado del tronco encefálico y había bloqueado por completo el acueducto, que es el canal por el que el líquido cefalorraquídeo fluye desde el cerebro hasta la médula espinal. Debido a esto, los ventrículos (cavidades vacías en el cerebro que contienen el líquido cefalorraquídeo y por donde circula) se estaban agrandando, lo que causaba todo tipo de problemas. Esta era una situación peligrosa y lo programaron de inmediato para una cirugía de emergencia para aliviar la presión en su cerebro.

De repente, empezó a tener problemas para pensar bien, perdía el equilibrio e incluso se desmayó y cayó, sus dolores de cabeza se habían intensificado y ya no le permitían trabajar ni conducir. Una semana después de descubrir el tumor, mi marido fue operado. Le hicieron una tercera ventriculostomía, que básicamente significaba que hicieron un orificio en la membrana hacia otro ventrículo para que el líquido cefalorraquídeo pudiera circular y reabsorberse por otra vía, aliviando la presión en su cerebro. Esto fue un éxito, pero no pudieron llegar al tumor en sí. Ni siquiera pudieron echarle un vistazo, estaba muy profundo en su cerebro.

Durante el mes siguiente, las noticias siguieron empeorando, ya que los médicos consultaban con otros expertos y hacían sus conjeturas sobre el tipo de tumor que era y qué hacer al respecto. Teníamos una ecografía programada, exactamente un mes después del descubrimiento inicial del tumor, el 4 de abril. Un día antes, el 3 de abril, fuimos a una consulta con el neurocirujano. Esta fue la reunión más aterradora que he tenido en mi vida. Se discutieron los tipos más agresivos de cánceres cerebrales y las limitadas expectativas de vida. El médico presentó nuestras opciones: una cirugía de alto riesgo que casi con certeza dejaría a mi esposo con daño cerebral permanente o ninguna cirugía y, como resultado, una expectativa de vida máxima de un año.

Admito que ese día el miedo me pudo. Temblaba como una hoja. Todo dependía de la ecografía del día siguiente. ¡Había mucho en juego! Al día siguiente, nos sentamos con nuestro médico para revisar los resultados después de la ecografía. De manera improbable, milagrosa, sin ninguna explicación humana, el tumor se había reducido en todas direcciones, no por completo, pero lo suficiente como para que fuera innegable. Esto lo cambió todo. Los médicos aceptaron simplemente observar el tumor con ecografías frecuentes. ¡En un día, pasamos de la peor noticia a un respiro de último momento!

Durante los siguientes diez meses, los médicos siguieron controlando el tumor con exploraciones frecuentes. Cada exploración reveló que el tumor estaba tranquilo y, de hecho, cada exploración parecía mejorar hasta enero del año siguiente... Pero voy a guardar esa parte de la historia para más adelante.

Durante el resto de este estudio, quiero hablarles sobre las lecciones que aprendí durante ese tiempo antes y después del indulto.

Oración de hoy: Padre, gracias por tus palabras que me muestran lo importante que es confiar en ti. Y gracias porque tus palabras también me muestran cómo confiar. Te pido que, al estudiar la confianza, tu Espíritu Santo me guíe a confiar en ti de manera más completa y profunda, y que me guíe hacia toda la verdad. En el nombre de Jesús, ¡amén!