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Propóstito Eterno

DÍA 2 DE 5

“Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, con mayor razón Dios, su Padre que está en el cielo, dará buenas cosas a quienes se las pidan” (Mateo 7:11).

Querido lector, la fe no tiene que ver con negar la realidad; nunca vamos a negar que hay adversidades en nuestro camino. Si el médico ha diagnosticado algo, es porque efectivamente hay algo, y por ende, debe ser tratado. Primero diagnosticado y luego tratado de manera correcta. La fe no es negar que existe una situación.

Pero cuando hablamos de que Cristo es nuestra plenitud, significa que todo lo que ocurra a nuestro alrededor no podrá distraernos de aquello para lo que fuimos escogidos, porque finalmente entenderemos que lo que estemos viviendo no es determinante, ya que Cristo es y será siempre nuestra plenitud.

Ahora piensa en esto: si alguien tenía motivos para abandonar aquello para lo que fue escogido, era Jesús. El único justo, el único santo, el único perfecto, el único que no había cometido pecado alguno, el que no había hecho nada malo, literalmente hablando, el que no había cometido ninguna injusticia. Pero Él fue traicionado, entregado, azotado. El pueblo al que había alimentado, al que había sanado de enfermedades y liberado de demonios, fue el mismo que gritó: "¡Crucifícalo, crucifícalo!". Los cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños, que fueron alimentados gratuitamente de manera milagrosa, gritaban: "¡Queremos al violador, queremos al asesino, danos a Barrabás, y al otro crucifícalo!". Sí, por supuesto, sé que todo eso estaba profetizado, que tenía que pasar (Mateo 27:15-26).

Claro que tenía que pasar, pero, ¿tenía derecho Jesús a abandonar o no? Y luego, dejando en la cima a nuestro amado Señor Jesucristo, a quien nadie se le puede igualar, tenemos a Pablo. ¿Y qué decía Pablo? "Oigan, es que he sufrido tres naufragios, una serpiente me ha mordido, he recibido no sé cuántos latigazos, y hasta me han apedreado hasta pensar que estaba muerto". ¿Y qué hace Pablo cuando lo apedrean en Listra? Se levanta, se sacude un poco el polvo, y sigue predicando a Cristo en las sinagogas, y continúa fortaleciendo a los discípulos.

¿Podía Pablo abandonar? Claro que sí, pero ¿cuál era la mentalidad de Pablo, que debería ser también nuestra mentalidad? ¿Qué tipo de mentalidad tenía Pablo? Lo que me ocurra aquí en esta tierra nunca será eterno. Eso pensaba Pablo. Nada de lo que me ocurra aquí será eterno, por lo tanto, no voy a permitir que algo temporal me distraiga de aquello para lo que fui llamado en la eternidad. Ese es el punto. Todo lo que nos ocurre es temporal, no es concluyente. No estoy diciendo que nos tenga que gustar, no. No creo que a Pablo le gustara que lo apedrearan. No creo que a nuestro Señor Jesucristo le gustara ser clavado en la cruz. No, no estoy diciendo que nos tenga que gustar sufrir, o que nos diagnostiquen algo. Lo que estoy diciendo es que no debemos permitir que lo temporal nos desvíe de lo eterno. Ese es el punto.

No debemos permitir que lo temporal nos controle. Hay personas que dicen: "Es que tengo este problema", y dejan de congregarse. O hay personas que, lamentablemente, solo vienen cuando tienen un problema, porque tienen una visión inmadura, infantil, que no les permite ver más allá. Todo gira alrededor de su problema. Pero entender el propósito eterno requiere madurez, porque el propósito eterno nos dice: "Kenneth, no se trata de ti; el Evangelio nunca se trató de ti. El Evangelio se trata de Cristo y del deseo del Padre".

El propósito eterno es la voluntad amorosa del Padre. Es decir, no se trata de cuáles son nuestros deseos, sino de cuáles son los deseos del Padre. Ese es el punto. Nuestro texto del día nos lo recuerda al decir: "Si ustedes, siendo malos, saben dar buenas dádivas a sus hijos, cuánto más su Padre bueno". Y esto es algo que necesitamos entender, porque dentro del propósito eterno, todo lo que necesitábamos recibir ya ha sido suplido. ¡Ya fue entregado!

Me explico: si una enfermedad golpea mi cuerpo, lo que necesito entender es que esa enfermedad es temporal. Y si fuese el punto final en esta tierra, pues ya está: ausente aquí y presente en Cristo. Pero, si Dios me quiere sano, debemos entender que no es para que yo tenga una gran mansión o un gran negocio (y si lo tienes, ¡gloria a Dios!), o para que haga lo que se me antoje. Dios me quiere sano para que colabore con su propósito, para servir al propósito eterno del Padre. Me quiere sano para eso, para que sea útil, expresando y manifestando a Cristo dondequiera que vaya. Quiero estar bien porque quiero seguir expresando a Cristo; quiero tener larga vida aquí en la tierra. No quiero estar sano o tener larga vida solo para ver televisión todo el tiempo. Quiero tener larga vida para poder aprovechar al máximo el tiempo predicando a Cristo y manifestándolo dondequiera que vaya.

Entonces, todo lo que me rodea o lo que me ocurre temporalmente, ¿para qué es? Para distraerme. ¿Sabe usted lo fácil que es distraerse? Hoy en día, podemos pasar horas viendo vídeos que no nos aportan nada, pero nos mantienen despiertos y atentos. Sin embargo, cuando nos sentamos a escuchar la Palabra, no aguantamos ni cinco minutos. Mientras estoy haciendo eso (ver videos), no estoy sirviendo al propósito. Estoy distraído, y esto no es para traer condenación, pero sí para despertar nuestra conciencia. Porque, para un niño, si le entregas un dispositivo, empieza a ver vídeos y dibujos. Pero un adulto no puede estar todo el día haciendo eso. Un adulto tiene que trabajar, producir, hacer cosas. Nosotros, los hijos de Dios, necesitamos entender para qué estamos en esta tierra.

No se trata de que no podamos distraernos, ver televisión, ir al cine o salir a cenar. No es una cuestión de legalismo. El problema es vivir solo para eso en lugar de vivir para el propósito eterno del Padre. El problema es cuando nos distraemos de tal manera que perdemos tiempo, y eso nos impide colaborar con lo que realmente importa: lo eterno. A mí me gusta salir a pasear con mi familia, me gusta salir a comer o cenar con ellos, y no pasa nada. Pero necesitamos ser conscientes de que hay cosas a nuestro alrededor que vendrán para distraernos y evitar que maduremos. No podemos permitir que la distracción nos detenga o nos desvíe. Necesitamos entender y saber para qué fuimos escogidos.

“Aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos” (Efesios 5:16).
¡Reflexiona en esto!

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Acerca de este Plan

Propóstito Eterno

El poder orar y tener comunión con el Padre es un privilegio que se nos ha otorgado. Estar en Cristo es un privilegio. Lo que produce el avance en la madurez espiritual es precisamente entender esto: todo lo relacionado con la vida de Cristo en nosotros es un privilegio. Eso es gracia. Por tanto, estudiar las Escrituras es un privilegio, servir es un privilegio, amar a los demás es un privilegio.

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Nos gustaría agradecer a TopCristianos por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://topcristianos.com/