Propóstito EternoMuestra
“…Y Jehová Dios dijo a la serpiente: Por cuanto esto hiciste… Pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; esta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar” (Génesis 3:14-15).
Saludos, querido lector. Estamos muy emocionados de poder seguir compartiendo con ustedes nuestra serie Propósito Eterno, una de las más importantes que hemos desarrollado en nuestro ministerio. Hoy tenemos la enorme bendición de presentarles una nueva entrega, titulada "Propósito, plan y misterio".
La vez pasada entendimos que todo propósito eterno tiene que ver con Cristo, lo que significa que dicho propósito también es el hilo conductor de todas las Escrituras. Esto es importante porque, al recorrer las Escrituras, descubrimos que hay cosas que Dios estableció desde el principio, y que nadie puede evitar que sucedan.
Existen círculos en los que ciertas personas terminan en discusión porque creen algo, mientras que otros creen algo diferente. Sin embargo, creo que en esto estaremos todos de acuerdo: lo que Dios ha establecido que suceda, no podrá impedirlo absolutamente nadie. Esa es la realidad. Si Cristo es el centro de las Escrituras, entonces, al analizarlas, nos damos cuenta de que el nacimiento de Jesús no pudo ser evitado, ya que estaba profetizado desde Génesis 3. El propósito eterno no será evitado por nadie. El "consumado es" no lo evitó nadie, porque no podía ser evitado. Necesitamos entender que Dios nos ha dado el privilegio de colaborar con este propósito (Juan 19:30).
El poder orar y tener comunión con el Padre es un privilegio que se nos ha otorgado. Estar en Cristo es un privilegio. Lo que produce el avance en la madurez espiritual es precisamente entender esto: todo lo relacionado con la vida de Cristo en nosotros es un privilegio. Eso es gracia. Por tanto, estudiar las Escrituras es un privilegio, servir es un privilegio, amar a los demás es un privilegio. Lamentablemente, la religión nos ha hecho ver estas cosas de otra manera, como un sacrificio. Sin embargo, Dios nos enseña en Jesús que mostrar, manifestar o expresar generosidad es un privilegio.
La religión y todo un sistema anticristo nos han hecho verlo de manera diferente, pero la realidad es que todo lo relacionado con Cristo es un privilegio. Se nos ha dado el privilegio de servirle en esta tierra, y eso es algo maravilloso.
Para algunas personas, lo más fácil sería pensar que, después de nacer de nuevo, deberían partir inmediatamente con Cristo. Piensan de esta manera porque la adversidad o el sufrimiento les aterra. ¿Quién no ha sufrido adversidades? ¿Quién no ha padecido alguna enfermedad o dolor físico? Claro, sé que a veces la palabra "sufrimiento" suena muy dura, pero todos hemos enfrentado adversidades. Algunas personas se equivocan al pensar que, por tener gracia, nunca sufrirán por ser amados. Lamentablemente, las adversidades forman parte de nuestro caminar. Esa es la realidad. Lo maravilloso de entender la gracia es saber que en la cruz se obtuvo una victoria eterna a nuestro favor, y podemos disfrutar de esa victoria. Entonces, claro, cuando hablamos del propósito eterno, se requiere madurez, porque no se trata de nosotros, sino de Cristo. El propósito eterno tiene que ver necesariamente con Él.
El propósito eterno tiene que ver con Cristo siendo nuestro todo, nuestra plenitud. Entonces, surge la pregunta: "Si todo se trata de Cristo, ¿qué pasa con lo mío? ¿Qué sucede con mi problema? ¿Qué pasa con la enfermedad que estoy sufriendo? ¿Qué ocurre con mis dificultades económicas o familiares?". Esa es la actitud infantil, la actitud de la inmadurez: estar enfocado en lo propio. Pero debemos entender que todo lo que nos sucede, las adversidades, las dificultades y los problemas, vienen para distraernos de aquello para lo que fuimos escogidos. Fuimos escogidos para colaborar con el propósito eterno, para mantener nuestra mirada en Cristo, para enfocarnos en lo eterno y lo celestial. Entonces, cuando abrazo la realidad de Cristo como mi todo, no hay distracción que me pueda detener (2 Timoteo 1:9).
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Escrituras
Acerca de este Plan
El poder orar y tener comunión con el Padre es un privilegio que se nos ha otorgado. Estar en Cristo es un privilegio. Lo que produce el avance en la madurez espiritual es precisamente entender esto: todo lo relacionado con la vida de Cristo en nosotros es un privilegio. Eso es gracia. Por tanto, estudiar las Escrituras es un privilegio, servir es un privilegio, amar a los demás es un privilegio.
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