Testeo Del Corazón: ¿Estás Viviendo Para Lo Que Fuiste Creado?Muestra

Un corazón rendido, ¿pero a quién?

Ayer vimos que fuimos creados para adorar a Dios, y que esta adoración requiere conocerlo y reconocerlo como digno de rendirle nuestro corazón. Pero si analizamos cada área de nuestras vidas, ¿realmente estamos rindiendo todas y cada una de ellas a Jesús?

Hay algo que tienes que saber: como fuimos creados con este propósito, en la naturaleza de los seres humanos está la tendencia a adorar. Nuestros corazones nunca son neutrales. Si no estamos amando a Dios por encima de todo, entonces nuestra adoración está siendo dirigida a otras cosas. Y en esto vamos a reflexionar hoy.

Seguramente alguna vez has escuchado hablar de los diez mandamientos. Resulta que Dios dio a su pueblo instrucciones explícitas sobre cómo debían vivir ahora que Él los había rescatado. ¿Sabías cuál fue el primero de estos mandamientos? “No tendrás otros dioses delante de Mí. No te harás ningún ídolo, ni semejanza alguna de lo que está arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No los adorarás ni los servirás. (...)” (Éxodo 20:3-5a).

Este mandato de Dios de no tener “ídolos” lo vemos a lo largo de toda su Palabra, desde el antiguo hasta el nuevo testamento se nos llama a no idolatrar (1 Juan 5:21). Es decir que no es algo que aplicaba únicamente al pueblo de Israel, sino que también es un llamado de Dios para nosotros hoy: que fuimos rescatados de la esclavitud del pecado y podemos vivir para Jesús.

¿Pero qué significa “idolatrar”? Idolatrar es rendir nuestro corazón y reconocer algo que no es Dios como digno de rendirle nuestras vidas. Pero no sólo es eso, sino que además es buscar en algo o en alguien más, ¡Lo que solo Dios puede darnos! Por ejemplo: nuestro valor, identidad, significado, propósito, plenitud.

En otras palabras, un ídolo es cualquier cosa que ocupa tu corazón, mente y afecto más que Dios. No siempre se trata de algo malo, sino que se convierte en un problema cuando lo valoramos más que a Él. A veces, incluso cosas buenas que Dios nos da, como amistades saludables, pueden llegar a ocupar ese lugar. Desear algo no está mal pero si eso se convierte en el centro de nuestros pensamientos y su ausencia nos genera ansiedad o tristeza, es una señal de que Dios no es suficiente para nosotros. Nuestros ídolos pueden llevarnos a Él, pero no como un objetivo en sí mismo, sino como un medio para obtener lo que realmente anhelamos.

Para entenderlo mejor, recordemos al fanático del fútbol del que hablamos ayer. Es cristiano, pero deja sus actividades de iglesia por ir a la cancha. Su ánimo depende completamente de cómo le va a su equipo. Se despierta pensando en fútbol, siempre encuentra el momento para ver o escuchar un partido pero no para orar o leer la Biblia, aunque sabe que lo necesita. Todos podemos estar de acuerdo en que no hay nada malo en disfrutar de un deporte, pero en este caso ¿Podrías decir que el centro de la vida de este fanático es Dios?

No da igual adorar a algo que no es Dios. Cuando esperamos que otras cosas nos den lo que sólo Él puede darnos los resultados no son buenos, porque la idolatría es pecado. Nos desviamos del propósito para el que fuimos creados, le damos la espalda a Dios y eso trae consigo otras cosas: aparecen adicciones, malos pensamientos, envidia y más. Es obvio que estas cosas son malas para nosotros, lo que a veces no nos damos cuenta, es que vienen por no darle a Dios el primer lugar en nuestro corazón. Pero cuando adoramos a Dios y dejamos que su Espíritu nos guíe, las consecuencias que tenemos son únicamente buenas. Descansamos en la paz que Él nos da, tenemos plenitud y podemos estar alegres a pesar de las circunstancias porque confiamos en que Él nos cuida y cubre con su amor.

Nuestros ídolos nunca van a poder llenar nuestro corazón, vayamos a la única fuente que puede saciarnos de verdad (Juan 4:13-14)