Edificaré mi iglesiaMuestra

"…Mi iglesia…".

La Iglesia pertenece a Jesús.

Si hay un pastor que es dueño de la grey, ese es Jesucristo.

Si hay un pastor al que debemos reconocer su voz y seguir, ese es Jesucristo.

Si hay un pastor que no solo dio la vida por su Iglesia, sino que también le dio vida a la Iglesia, ese es Jesucristo.

Hace poco, escuché una entrevista a un entrenador de fútbol argentino en la que explicaba que el escudo de los equipos en sus camisetas va delante, en el lado izquierdo y sobre el corazón; y el nombre de los jugadores va detrás, porque las instituciones son lo primero que se ven y son más importantes que los nombres personales.

En nuestro caso, el escudo y estandarte de la Iglesia es Cristo. Él es el que le da identidad, valor, propósito, sentido y eternidad.

La Iglesia es indivisible de Cristo. No se puede amar a uno sin el otro. No se puede amar a la cabeza sin el resto del cuerpo.

Muchos pueden decir que ven una Iglesia imperfecta actualmente y es cierto, pero la fragilidad es parte del plan.

Como dijimos en el primer mensaje, los dones de cada hijo de Dios encajan exactamente con la necesidad de otra persona. Esto nos muestra dos cosas:

Nuestra importancia para que las cosas funcionen y nuestra fragilidad.

La fragilidad de la Iglesia es tan importante como su poder, porque este poder pertenece a Cristo que nos fortalece por medio del Espíritu Santo que habita en los demás.

Cuando podemos ser frágiles y fuertes, significa que estamos en la comunidad correcta.

El Espíritu de Cristo habita en la Iglesia y, a través de ella, Dios toca al mundo actualmente.