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Estar contento

Muchos de nosotros creemos que tenemos satisfacción. Sin embargo, si nos preguntásemos de qué nos quejamos cada día, como por ejemplo que no llegue el taxi a tiempo o el derramar café en nuestra ropa, podríamos darnos cuenta de que es bastante fácil que perdamos esa actitud de contentamiento.

Es difícil imaginar a alguien que haya experimentado más luchas que el apóstol Pablo. Viajó incansablemente para difundir el evangelio y plantar iglesias. Arriesgó su vida y soportó persecución. Dedicó tiempo a formar en Cristo a nuevos discípulos y nunca pidió apoyo económico para sí mismo. ¿Cómo pudo perseverar a través de toda esta dificultad?

La respuesta es paradójica. Aprendió a perseverar por medio de aprender a estar contento. Estar contento es estar satisfecho con lo que uno es o tiene. La satisfacción no es lo mismo que la complacencia.

Pablo no se mostró complaciente; él constantemente defendió, planificó e inició. Lo que Pablo no hizo fue exigir resultados específicos. No idolatraba ninguna circunstancia concreta, lo que le permitía descubrir la paz en todas las circunstancias. No importó la dificultad que atravesaba, él confiaba en que Dios tenía un buen plan y propósito para ello. No le impuso «condiciones de trabajo» a Dios. En cambio, Pablo puso sus ojos en él, recordando que trabajamos para el Señor, no para amos humanos.

El gran teólogo Francis Schaeffer tuvo una definición interesante de la verdadera espiritualidad que hace eco de este aspecto de la vida de Pablo. Schaeffer postuló que la verdadera espiritualidad es seguir esforzándose sin importar las circunstancias. Consiste en pelear las batallas en las que nos encontramos y caminar con valentía, paciencia, sabiduría y humildad.

Cuanto mayor sentido tengamos de nuestro llamado a establecer el reino de Dios aquí en la Tierra, a proclamar sus alabanzas y su amor a aquellos que no lo conocen, más fácilmente podremos ver las circunstancias simplemente como el agua en la que nadamos. Las circunstancias no deberían definirnos, ni deberían definir el éxito o el fracaso. Las circunstancias son simplemente el campo en el que jugamos, el escenario en el que actuamos porque somos peregrinos en la Tierra.

Señor, ya sea que esté actuando ante miles de personas en el Carnegie Hall o en una esquina, quiero estar contento con el lugar donde me has colocado y hacer fielmente el trabajo que me has encomendado. Todo lo que tengo aquí es temporal; mi verdadero tesoro está contigo en el cielo.