¿Por qué vino Jesús?Muestra

Vino para dar gloria a Dios

Tenemos una tendencia sutil pero peligrosa a ver el Evangelio a través de lentes humanas. Todo tiene que ver con mis necesidades y mis deseos. Aunque Jesús vino para salvarnos, el motivo último de su llegada fue la gloria de Dios. Por eso Pablo nos recuerda que debemos aceptarnos los unos a los otros como Cristo nos aceptó a nosotros: para gloria de Dios.

Cuando nos damos cuenta de la motivación primordial de Jesús para venir a la tierra, Su enfoque hacia Dios es inconfundible:

1. Jesús cumple las promesas de Dios. Las promesas de Dios a personas como Abraham, Isaac, Jacob y David se cumplieron con la llegada de Cristo. En última instancia, Cristo cumple todas las promesas de Dios, lo que a su vez da gloria a Dios.

2. Jesús certifica la integridad de Dios. Al cumplir las promesas de Dios, Cristo nos muestra la veracidad de Dios. Incluso antes de que Dios haga o cumpla sus promesas, Él es veraz en sí mismo y por sí mismo. Su veracidad se pone de manifiesto en la historia mediante la llegada de Cristo.

3. Jesús demuestra la misericordia de Dios. Hace mucho tiempo, Dios dijo que bendeciría a todas las familias de la tierra por medio de Abraham. Esta bendición mundial se hace posible a través de Jesús, el vástago de Abraham. Ahora, cualquiera que confíe en Cristo recibe la bendición de Abraham por pura misericordia de Dios.

4. Jesús unifica al pueblo de Dios. Aunque judíos y gentiles eran muy diferentes entre sí social, política y culturalmente, Jesús vino para unificarlos, para que glorificaran, con una sola voz, al Dios y Padre del Señor Jesucristo. Cuando personas de diversas culturas se unen para alabar a Dios, esto demuestra la excelencia de Dios.

5. Jesús propicia la alabanza de Dios. Dios se propuso reunir a Su pueblo, Israel, con todos los pueblos para alabar a Dios. Este propósito fue predicho a lo largo del Antiguo Testamento, y se cumplió en Cristo.

El hecho de que la llegada de Cristo esté centrada en Dios es una buena noticia para nosotros. Dios desea glorificarse bendiciendo a Su pueblo. Él recibe la alabanza, ¡y nosotros la gracia!