El ABC de los límitesMuestra

Las líneas invisibles de propiedad

Los límites nos definen. Definen lo que yo soy y lo que no soy. Un límite me muestra dónde termino yo y dónde comienza la otra persona y me proporciona sentido de propiedad.

Conocer lo que me pertenece y responsabilizarme me da libertad. Si sé dónde comienza y termina mi jardín tengo la libertad de hacer con él lo que quiera. Asumir la responsabilidad de mi vida me abre a opciones diferentes. Sin embargo, si no soy “dueño” de mi vida, mis elecciones y opciones son muy limitadas.

Piensa en lo confuso que sería si alguien te dijera: “Cuida esta propiedad diligentemente, porque te haré responsable de lo que suceda aquí", y luego no te diera los límites de la propiedad. O no te diera los recursos para proteger la propiedad. Esto no solo sería confuso, sino también potencialmente peligroso.

Sin embargo, esto es exactamente lo que nos sucede emocional y espiritualmente. Dios diseñó un mundo donde todos vivimos “dentro” de nosotros mismos; es decir, habitamos nuestra propia alma y somos responsables de todo lo que nos compone. “Cada corazón conoce sus propias amarguras, y ningún extraño comparte su alegría” (Prov. 14:10). Tenemos que lidiar con lo que está en nuestra alma, y ​​los límites nos ayudan a definir lo que es. Si no se nos muestran los parámetros, o si se nos enseñan parámetros incorrectos, sufriremos mucho.

La Biblia nos dice claramente cuáles son nuestros parámetros y cómo protegerlos, pero a menudo nuestra familia o relaciones pasadas nos confunden acerca de ellos.

Además de mostrarnos de qué somos responsables, los límites nos ayudan a definir lo que no está dentro de nuestra propiedad y de lo que no somos responsables. No somos, por ejemplo, responsables de otras personas. ¡En ninguna parte se nos ordena tener el "control de otros", aunque gastamos mucho tiempo y energía tratando de conseguirlo!

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