Agradecido todos los díasMuestra

Tu relación ha sido restaurada

Como cristianos, podemos dar gracias por la relación restaurada que tenemos con Dios. Cuando el pecado entró en el mundo, rompió la relación que la humanidad tenía con Dios, pero mediante la muerte y resurrección de Cristo, Dios nos invita a caminar en una relación restaurada con Él. Ahora somos hijos de Dios. Somos del mismo linaje que Dios. Él es nuestro Padre Celestial. También compartimos una relación espiritual con toda la comunidad de los redimidos, con los santos de la antigüedad y con todos los que han recibido a Jesucristo y su vida eterna.

Solo piénsalo. No estamos espiritualmente desamparados. No somos vagabundos espirituales. No somos huérfanos sin nombre u olvidados. Ya no estamos separados de Dios. No carecemos de identidad. Somos estimados como familia de la realeza del Dios de la creación. Jesucristo nos ha reconectado con nuestro Padre eterno y nos ha establecido en nuestra legítima herencia.

Quizá hoy te estés lamentando por tus relaciones familiares. Tal vez sufres emocionalmente a causa de tus padres, tus hijos u otros parientes. Si sufres en algún ámbito a causa de tu familia, anímate y deja que el Señor reafirme tu íntima relación con Dios como Padre. Él te ama y tiene el poder de sanar lo que está herido o roto en tus relaciones familiares. La sangre de Cristo cubre ahora todas las decepciones y sufrimientos que has padecido. Puedes poner estos problemas en manos de Dios y confiar en que Él se encargará de ellos.

Permite que tu identidad como hijo de Dios, a través de Jesús, sea una realidad sanadora en tu vida. Medita sobre tu condición como hijo de Dios. Permite que su confianza impregne tu pensamiento y tus emociones. Deja que el aceite de la presencia sanadora de Dios convierta tu duelo en danza. Ahora perteneces a toda la familia de Dios, así que dale gracias por aceptarte como hijo suyo.

Pensamiento del día: Dios me ama y su perdón me permite conocerlo como mi Padre Celestial. Hoy daré gracias por el maravilloso don de mi condición como hijo de Dios.