La Gracia Inquebrantable.Muestra

Tu identidad está definida por lo que Dios dice de ti.

Rahab la ramera, Betsabé la adultera, Pedro el que negó a Jesús. Los humanos tendemos a recordar a las personas por sus errores o lo malo que han hecho. Las miradas de burla y la curiosidad insatisfecha por no conocer toda la historia o qué ha sido de sus vidas llevan a saludar a medias, susurrar entre dientes o incluso evitar acercárseles. Esas personas, consideradas "pecadoras" por otros, se convierten en el objetivo perfecto del enemigo, quien susurra: "Ellos no te perdonan por lo que hiciste, ¿por qué seguir ahí en la iglesia, en ese hogar o con tu familia?”.

Se olvida lo que la Palabra de Dios enseña sobre el perdón TOTAL que ofrece Cristo Jesús. Lucas 15:7 nos dice: "Os digo que habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentirse".

Se desvía la mirada del Salvador enfocándola en aquellos que no desean que la vida espiritual se restaure por completo, quienes actúan como los antiguos sacerdotes de Israel, creando un círculo cerrado donde el perdón solo se otorga a aquellos que se asemejan a ellos. Lucas 24:46-47 explica: "Y les dijo: Así está escrito que el Cristo padecerá y resucitará de los muertos al tercer día, y que se predicará en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados a todas las naciones, comenzando desde Jerusalén".

El arrepentimiento implica sentir tristeza por el pecado propio y decidir cambiar. Cuando uno se arrepiente, rechaza el pecado y reconoce que necesita a Jesús para ser salvo. El verdadero arrepentimiento surge de la convicción de pecado por parte del Espíritu Santo, llevando a un cambio de vida con la ayuda de Jesús.

Quien se arrepiente busca agradar a Dios en todo. El arrepentimiento es fundamental para la salvación. Dios nunca rechaza a quien se acerca a él con un corazón arrepentido. Él perdona a aquellos que se acercan con humildad, deseando que vivamos eternamente con Él. No importa lo que otros piensen de ti o cómo te llamen, lo importante es que sepas quién eres en Cristo Jesús. Eres hijo(a) de Dios, perdonado(o), liberada(o) del pecado y capacitada(o) para proclamar su gran amor, bondad inagotable y misericordia. Experimenta la alegría de la salvación y ante esa esperanza, ninguna mirada, burla o falta de aceptación puede competir.

Oremos: Gracias, Padre, por el milagro del perdón en nuestras vidas. Te amamos, Dios, tu amor es grandioso y maravilloso. Cantaré de tu bondad cada día. Gracias, Cristo Jesús, por salvarme, y gracias, Espíritu Santo, por guiarme en mis caminos. Amén.