DIOS ME AMAMuestra

El enfoque correcto.

Hola, soy Kenneth, quisiera contarte que, por la gracia de Dios, llevo ya algunos años en este bello camino. No sé cuál ha sido tu experiencia, pero en mi caso, en muchas ocasiones, me han hablado acerca de la importancia de amar a Dios por encima de todo lo demás. Por ejemplo, me predicaban acerca de Marcos 12: 29-30: "Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es. Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente, y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento" (Marcos 12:29-30).

Te reconozco que ese tipo de mensajes despertaban en mí sentimientos de culpabilidad y de condenación, porque al mirar mi vida, me daba cuenta de que en muchas oportunidades no amaba a Dios por encima de todo, tal como lo enseña nuestro texto del día. Es decir, no todas las veces amaba con todo mi corazón, con toda mi mente y con todas mis fuerzas, etc…

Sé que esto que te estoy contando no me deja muy bien parado, es decir, me deja fuera de lo que se “supone” debería ser un “buen cristiano”. Pero, francamente, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, nos hablan de amar a Dios en un nivel, muy, muy alto.

Pero, la pregunta que honestamente deberíamos hacernos es, ¿quién puede cumplirlo al cien por ciento? ¿Quién puede amar a Dios, todo el tiempo, en todas las situaciones, con todo su corazón, con toda su alma, con toda su mente y con todas sus fuerzas? La respuesta es sencilla y nada rebuscada: Nadie, ni tú, ni yo. Es más, ninguna persona en este mundo puede hacerlo. Nadie puede amar a Dios de esta forma. Es por esto que mensajes con el enfoque en cómo debemos amar a Dios, traen desánimo y hasta desesperanza, porque al final nadie lo logrará.

Hasta que comprendí, por la gracia de Dios, que el enfoque lo estaba poniendo en un lugar incorrecto, y de paso creo que tú también apreciado lector, puede que tengas un enfoque incorrecto de la forma de amar a Dios. Me explico, todos los textos que hay sobre amar a Dios tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo, antes del comienzo del ministerio de Jesús, tienen un enfoque en la ley (Deut. 6:4-5, Mar. 12:29-30).

Pero, hay un giro interesante que nos da las Escrituras en Gálatas 4:4, al decirnos que: “Cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley". Lo que indica que Jesús nació bajo la ley, y no podemos olvidar esto; es decir, Jesús nació bajo las condiciones del Antiguo Pacto, el Pacto de Moisés y con su vida y obra, no solo cumpliría todo lo que demandaba este Pacto, sino que lo aboliría al establecer un Nuevo Pacto (Nuevo Testamento) con Su sangre en la Cruz del Calvario (Mt.26:28).

En otras palabras, el nuevo pacto no dio comienzo sino hasta que Jesús murió, resucitó y ascendió a la diestra del Padre. Por qué es importante que entiendas esto apreciado lector. Bueno, porque el propósito de la ley de Moisés o el Antiguo Pacto (Antiguo Testamento) es hacernos ver, comprender, entender que, nadie puede salvarse así mismo, por consiguiente, nadie puede amar a Dios de la forma que lo demanda la ley. Entonces la ley nos pone en una condición que no solo necesitamos un Salvador, sino a alguien que nos enseña a amar a Dios de la forma correcta, y esto solo se logra exclusivamente a través de Cristo y su obra de redención.

Lo cual nos pone a las puertas de algo que llamaremos el amor incondicional de Dios por cada uno de nosotros. Y, ahí está, ¿logras verlo? El enfoque correcto, no es cómo yo logro amar a Dios para que Dios me ame, sino cómo logro comprender, vivir y disfrutar, el hecho de saber que Dios, en Su Hijo, me amó primero : “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, más tenga vida eterna” (Jn. 3:16).