Una pausa en tu vida AntologíaMuestra

Vamos a triunfar

El concepto de triunfo se ha desvirtuado como resultado del continuo ofrecimiento de medallas baratas que exaltan los logros de cada ser humano. Existe en el interior de toda persona una sed de alcanzar metas, de superarse en cada proyecto de vida, de progresar. No es malo, para nada. De alguna manera esto fue diseñado por Dios y es innato en nuestra especie. Sin embargo, cuando el hombre y la mujer se fijan metas enajenadas de Dios, son simples deseos. Cuando nos lanzamos a la concreción de esos ideales separados de Él tendremos como resultado un final negativo, estéril e infructuoso y, aunque lo hayamos logrado, no encontraremos satisfacción alguna en ello. De ahí que Jesús haya mencionado: “Separados de mí NADA podéis hacer”. Somos seres con ideales y capacidades maravillosas, es cierto. Fuimos creados a semejanza de un Dios extraordinario. Es más, la Biblia dice que fuimos hechos para triunfar, gobernar, señorear: “Me pregunto: ¿Qué es el hombre, para que en él pienses? ¿Qué es el ser humano, para que lo tomes en cuenta? Pues lo hiciste poco menos que un dios, y lo coronaste de gloria y de honra. Lo entronizaste sobre la obra de tus manos, todo lo sometiste a su dominio; todas las ovejas, todos los bueyes, todos los animales del campo, las aves del cielo, los peces del mar, y todo lo que surca los senderos del mar” (Salmo 8:4-8). ¿Lo ves? Fuimos hechos para Su Reino. El problema comienza cuando queremos alcanzar la corona pasando por alto Su cruz. Él te dice: “Toma tu cruz y sígueme”, la corona vendrá por añadidura. Jesús está dispuesto a sufrir contigo tus derrotas para que tú disfrutes con Él Su corona. Trabaja junto a Él. Considera a Dios en todos tus caminos que todo proyecto te saldrá de acuerdo con Su propósito. Acepta las puertas abiertas así como las que se cierran y no logras abrir. Pisa donde Él pisó. Así, al final de tu camino será el mismo de Él: El cielo.

Vamos a triunfar. Pero la victoria nos va a costar sangre, sudor y lágrimas. Su sangre, mi sudor, y las lágrimas de ambos.