Santos, puros, peligrososMuestra

CONTRÓLATE

A la mayoría de nosotros no nos gustan los límites; no queremos controlarnos, especialmente en lo que se refiere a aquello que nos brinda placer. Buscamos desesperadamente experimentar placer y nos enojamos y frustramos cuando algo lo limita o bloquea.

Ahora bien, buscar el placer no es algo malo en sí mismo, el problema está en dónde buscamos satisfacer nuestros deseos y encontrar placer.

Lo digo de forma directa: Cuando estás con tu novio o novia y comienzan los besos no quieres controlarte, quieres seguir, avanzar, romper los límites. Déjame decirte algo que para muchos puede resultar un tanto controvertido: no está mal que quieras “avanzar”. Es absolutamente normal que tengas ese deseo, ya que tiene que ver con tu humanidad y con la forma en la que Dios te creó. Sin embargo, tu deseo no te justifica; que quieras algo no significa que debas tenerlo.

¡Ahhhh, bueno! Dios es un torturador, ¡quiere verme sufrir!

¿Qué se supone que tengo que hacer con esto que me está pasando?

Lo que tenes que hacer es CONTROLARTE. Dios espera que aprendas a controlar tus impulsos y deseos para no convertirte en esclavo de ellos. No importa cuán intensa sea la tentación o cuánto desees “avanzar”, deberás tener en cuenta que tus deseos no justifican tus acciones. Déjame decirte algo que quizás no te guste leer, pero es importante que lo sepas: Dios no hará desaparecer tus impulsos sexuales hasta casarte y tampoco después de hacerlo. Dios no te quitará el deseo sexual que Él mismo puso en ti. Lo que sucede es que nosotros no queremos ejercer el dominio propio, queremos simplemente que el deseo desaparezca, queremos “magia”.

Dios sí quiere ayudarte a que puedas controlarte. Te dará fuerzas, te hablará, te advertirá por medio del Espíritu Santo cuando estés caminando por caminos no convenientes, pero nunca va a suprimir el deseo. Tu desafío, tu deber, es controlarte.