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"Obedientes a su voz"

Varias veces me sorprendí cuando en medio de la gramilla hermosa del jardín, se divisa perfectamente el camino que las hormigas dejan al repetir diariamente el mismo camino. Al igual que ellas, muchos de nuestros pasos son repetitivos y predecibles.

El orden de nuestra semana, la familia, las actividades ministeriales, los proyectos venideros, etc.

Ahora Jesús le habla a Pedro, alterando la secuencia de su jornada y le dice que vuelva a la barca (porque ya la habían dejado). La rutina indicaba que esa no era una opción para el momento del día, pero cuando estamos determinados a obedecer, Él puede alterar nuestra rutina, redirigir nuestros pasos y provocar encuentros milagrosos.

Hay una verdad muy importante, que debemos recordar: El desencadenante del milagro es la obediencia. Mientras el mundo hace alarde de sus corazonadas, impulsando a que escuches a tu corazón. Dios pide obediencia. Una corazonada nunca debe ser el parámetro decisivo para un hijo de Dios.

Es ir a lo profundo, para que cada día nuestra vida se vuelva más sensible a su voz, a su Espíritu Santo. Y cuando permitimos esto en nuestra vida, podemos seguir la rutina de cada jornada, sin temor de cambiarla cuando Él lo pida.

La Iglesia en Antioquía vivió uno de estos momentos, cuando el Espíritu Santo pide que aparten a Bernabé y Saulo para sus propósitos. ¿Y si Bernabé y Saulo tenían otros planes?

La pregunta es: ¿Estás dispuesto a que Dios cambie tus planes, que corrija el rumbo de tus pasos y te direccione a su propósito? Dejar de vivir de impulsos y corazonadas, para pasar a ser guiados por el Espíritu.

Que en este día puedas decirle: “Señor, estos son los pasos del día, estas son las actividades de la jornada, estos son los planes. Pero tu voz tiene el primer lugar. Tus planes y propósitos en este día prevalecen sobre los míos.”

Hay un milagro que Dios quiere realizar; y comienza desde tu actitud de obediencia a su voz.