La oración que agrada a DiosMuestra
La oración recompensada
¡Qué duda cabe que tenemos un Dios generoso! Él no nos da de Sus riquezas únicamente, lo cual es más de lo que merecemos. Lo hace conforme a la abundancia de ellas y eso es completamente distinto. Si un millonario te da un par de monedas, lo hace de sus riquezas. Si lo hace conforme a ellas, la cosa cambia, ¿verdad? Es una cuestión de proporción.
La tarea que Salomón tenía por delante era inmensa. Requería de un esfuerzo, dedicación y discernimiento no solo titánicos, sino absolutamente sobrenaturales. Afortunadamente, Salomón contaba con Jehová de los ejércitos, y estaba de su lado.
Había podido comprobar, en primera línea de batalla, cómo les iba a los que amaban a Dios y a Sus caminos, y también qué sucedía cuando el ser humano se aparta de ellos. El episodio más oscuro de la vida de David está relacionado, precisamente, con él mismo. No olvidemos que Betsabé, “mujer de Urías” (como se la menciona en otros lugares del texto bíblico), era la madre de Salomón, y su padre había visto el declive de su reino precisamente a raíz de todo lo sucedido en aquellos eventos dramáticos alrededor de su adulterio. Aun con todo, hubo gracia, y el mismo día que el primogénito de la pareja muere, Betsabé vuelve a concebir. Ahí tenemos a Salomón.
Salomón parecía haber entendido, al menos al inicio de su reinado, la lección en cabeza de su padre. Luego, conforme fue relajando sus costumbres, desarrolla estrepitosos errores que le mueven hacia abajo, a pesar de su glorioso comienzo como rey. Había recibido mucho más de lo que pedía o entendía, conforme al carácter de Dios, pero terminó haciendo mal uso de lo recibido.
Con todo, entre los reyes no ha habido otro como Él, como el propio Señor le anticipó en su respuesta. Su sabiduría nos alcanza. Las riquezas y despliegue de su reino son conocidos por cualquiera. Nadie duda de su dotación y gloria respecto a cualquier gran gobernante de la Historia y, detrás de todo ello, nosotros sabemos qué había: la generosidad y abundancia de Dios.
“También te he dado las cosas que no pediste”. ¿No es increíble? Precisamente porque no las solicitó. Dios no juega a llevarnos la contraria. Tampoco podemos manipularle diciendo: “No lo pediré, para que me lo dé”. Eso hacía el hijo mayor de la parábola. Dios mira el corazón y sigue haciéndolo. Él es generoso pero nunca ciego.
Acerca de este Plan
Es de todos conocido que, cuando Salomón llegó al trono, pidió sabiduría. Lo que no nos resulta tan familiar, quizá, son los ingredientes que compusieron la oración mediante la cual se dirigió a Dios y que a Él le agradó en sobremanera. En este Plan de 5 días, nos detendremos a considerarlos.
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Nos gustaría agradecer a Lidia Martín por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://www.lidiamartin.online/