Renuncia y sacrificio

"(…) No puede ser mi discípulo". Estas palabras nos recuerdan que ser discípulo de Jesús implica más que simplemente creer; implica llevar la cruz, renunciar a nuestras propias comodidades y deseos en favor de seguirlo. Y, renunciar a sí mismo, puede ser un desafío.

A menudo, nuestras vidas están llenas de ambiciones personales, comodidades y deseos propios y materiales; pero Jesús nos llama a ponerlo a Él en el centro y a estar dispuestos a sacrificar lo que sea necesario por amor a Él.

El sacrificio no es solo una carga, sino un acto de amor y obediencia, donde demostramos nuestro compromiso. En nuestra vida diaria, podemos encontrar oportunidades para renunciar y sacrificarnos por amor a Cristo y por el bien de los demás. Podemos perdonar a aquellos que nos han herido, dar de nuestro tiempo y recursos a quienes lo necesitan y vivir con un corazón generoso y compasivo.

Reflexión del día

¿A qué estamos dispuestos a renunciar? ¿Qué sacrificaríamos en nuestra vida de discipulado? Recordemos que, al cargar nuestra cruz y seguir a Jesús, estamos respondiendo al llamado a una vida de amor, obediencia y servicio. Que podamos encontrar fuerzas en Él para vivir con valentía y devoción, sabiendo que el sacrificio en su nombre es una muestra de amor que nunca será en vano.