El valor de la gracia

En el camino de nuestra fe, a menudo tendemos a subestimar el valor de la gracia de Dios. A veces, nos encontramos con la tentación de considerarla un regalo gratuito y, en consecuencia, nos alejamos de su profundo significado. Sin embargo, Filipenses 2:8 nos recuerda el extraordinario precio que Jesús pagó por nuestra redención: "Se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte, ¡y muerte de cruz!".

La gracia de Dios es costosa, y la cruz es el testimonio de su costo. Jesús renunció a la gloria celestial, se humilló a sí mismo y aceptó el sufrimiento y la muerte en nuestro lugar. Su sacrificio no solo nos reconcilió con Dios, sino que también estableció el ejemplo supremo de amor y obediencia.

En nuestra propia vida de fe, debemos recordar que la gracia de Dios no es un pase gratuito para una vida cómoda y sin compromisos. La verdadera gracia exige una respuesta en la que estemos dispuestos a renunciar a nuestro ego, nuestras comodidades y a seguir a Cristo en cualquier circunstancia.

Reflexión del día

¿Reconocemos el inmenso amor de Dios que se manifestó en la cruz? ¿Estamos comprometidos a vivir una fe que refleje la profundidad de esa gracia en nuestra propia vida, mostrando amor y compasión a los demás, sacrificando nuestro propio interés y siguiendo a Jesús, sin importar el costo?

La gracia costosa de Dios no es solo un regalo, es un llamado a un discipulado auténtico y a una vida de amor y obediencia. Que recordemos siempre que, a pesar de su costo, esta gracia es un regalo que cambia vidas y nos invita a vivir en una relación íntima con nuestro Salvador.