Él Nos Entiende: Prioridades Al Revés | Plan 7Muestra
Renunció al orgullo
«La actitud de ustedes debe ser como la de Cristo Jesús, quien, siendo por naturaleza Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse. Por el contrario, se rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza de siervo y haciéndose semejante a los seres humanos» (Filipenses 2:5-7).
«Cuando Jesús desembarcó y vio tanta gente, tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas sin pastor. Así que comenzó a enseñarles muchas cosas» (Marcos 6:34).
Años después de que Jesús dejara la Tierra, lo que más a menudo se decía de Él es que era humilde. Pensaba primero en los demás, antes que en sí mismo —lo cual es gracioso, ya que la otra cosa que se dice de Él es que fue el hombre más grandioso que jamás existió—.
Alguien que lo conocía bien escribió: «Ten una actitud como la que tenía Jesús...». Sé humilde, dijeron. Tú antes que yo. Pero cuando la audiencia de la antigüedad escuchó eso, probablemente se estremeció. En aquella época, la humildad era vista como vergonzosa. En aquel entonces, se trataba de hacer que todos notaran que eras una persona perfecta y, por ende, que merecías ser el primero en la fila. ¿Te suena familiar?
Pero sigue a Jesús en la Biblia y podrás ver cuánto se enfocaba en los demás. Siempre priorizaba servir y amar a la gente. Es algo hermoso de observar. Renunció a su estatus, su orgullo e incluso a su vida —y los cambió por personas como nosotros—. En sus enseñanzas, historias y su vida, vemos repetidamente su actitud humilde que atraía a las personas hacia Él en aquel entonces e incluso en la actualidad.
Jesús intercambió su estatus para ayudar a la gente.
A pesar de que era un líder respetado, Jesús se ensuciaba las manos para ayudar a la gente. Se quitaba el ego para hacer el trabajo.
Podía mantener la atención de miles de personas cuando enseñaba, y, sin embargo, se sentaba con personas a las que otros ignoraban. Las escuchaba como si fueran las más importantes del salón.
No le importaban las preguntas locas de las personas ni sus familias incómodas. Él también las tenía.
Jesús enseñaba acerca de cosas hermosas como nadie más lo había hecho; redefinió la realidad.
Jesús intercambió el orgullo por la humildad.
Jesús lavaba los pies de sus alumnos cuando estaban sucios, que era algo que un sirviente hacía.
Fue bautizado por su primo Juan en el río Jordán.
Se sentaba y comía cómodamente con aquellos a quienes otros rechazaban y nunca les dio la impresión de que se consideraba por encima de ellos.
Contaba historias sobre las cosas más cotidianas, con las que todo el mundo podía relacionarse: sobre la equidad en el trabajo, sobre llegar a fin de mes, sobre buscar algo perdido, incluso sobre un hijo que se fue de casa enfadado.
Jesús renunció a sentarse en la mesa principal para comer y reír con sus amigos y familiares en la cocina. Cuando otros pensaban que estaban por debajo de ellos, Él los hacía sentir como en familia.
Tal vez por eso todavía nos sentimos atraídos por su ejemplo. Las cosas no han cambiado mucho.
Considera esto: ¿Permites que el orgullo se interponga en tus relaciones? ¿Cuál es la relación entre ser humilde y ser un sirviente para los demás?
Escrituras
Acerca de este Plan
¿Qué era tan importante para Jesús que voluntariamente renunció a una vida cómoda? ¿Un sentido de orgullo o importancia? ¿O una merecida revancha? Él no quería estas cosas como pudiéramos esperar. Pero cuanto más rechazaba el camino normal hacia el éxito, más crecía su impacto. Jesús no quería ninguna de estas cosas —en vez Él buscaba una forma diferente de vivir. Mejor que cualquier cosa que pudiéramos imaginar—.
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