Eres mi todoMuestra

Gloria, honor y poder

La creación mira al Rey

Los cielos no pueden dejar de cantarte a ti

A ti, nuestro Dios

La segunda estrofa de «Gloria, Honor, Poder» presenta a la creación mostrando al Rey. Esta sencilla letra es profunda. Injertado en el ADN mismo del universo está el anhelo de mostrar a su Creador. Los amaneceres y atardeceres épicos, tan solo un atisbo de la belleza de la creación, comunican la grandeza de Dios. Las vastas cadenas montañosas proporcionan una imagen tranquila pero hipnotizadora de lo vasta que es la creación. Los bosques con vida salvaje rebosantes en cada espacio señalan la intencionalidad del Señor al formar nuestro hermoso mundo. Nos maravillamos ante el grandioso diseño de Dios.

Si el Señor planeó con tanto cuidado cada detalle de la creación, ¿cuán íntimamente está involucrado en nuestras vidas? ¿Hasta qué punto le conmueven nuestras respuestas a su gracia?

En Colosenses 1:15-20, Pablo medita sobre la naturaleza de Jesucristo. En Cristo fueron creadas todas las cosas (v. 16). Él es el pegamento que mantiene unidas todas las cosas (v. 17). El Señor deseaba intimidad con su creación, hasta el punto de sacrificarse por nosotros (v. 20). De forma similar, Hebreos 1:1-4 señala la gloria, el poder sustentador y el propósito redentor de Jesús. Cristo, que es plenamente Dios, se hizo plenamente humano para ser el sacrificio expiatorio por los pecados del mundo.

Jesús es nuestro Creador y Salvador. Eligió implicarse íntimamente en nuestro mundo. Nuestro propósito es conocerle y glorificarle.

Haz una pausa y reflexiona: Si la creación señala al Rey, ¿cómo encuentra mi corazón a Jesús cada día? ¿Cómo recibe mi afecto Jesús? Señor, ¿en qué momento me acostrumbré tanto a mi rutina que me pierdo el asombro y la maravilla de tu cercanía? Enséñame a ir más despacio y a vivir al ritmo de tu gracia.

Dondequiera que te encuentres en tu ajetreada mañana, tarde o noche, haz una pausa. Respira hondo. En el ritmo de tu respiración, encuéntralo a Él. Escucha su corazón. Encuéntrale en la tranquilidad de una mañana normal de martes. Encuéntrale en la tarde llena de reuniones. Encuéntrale en el zumbido de la vida cotidiana y en el ajetreo de ir de aquí para allá. Nuestro viaje para encontrarle no es una carrera rápida para ganar recompensas terrenales, sino una búsqueda estratégica a largo plazo que nos trae el premio: Dios mismo. Descansa en ser de Él. Le perteneces. Este es el lugar donde le damos gloria, desde lo más profundo de nuestro ser.