Eres mi todoMuestra

Desenfrenada

En cada caja que te meto

Solo sigues escapando de nuevo

Es lo que haces cuando persigues

Y aunque intenté velar tu gracia

Tu amor atravesó la jaula

Es lo que haces cuando persigues

La gracia puede ser desenfrenada e implacable. En las Escrituras vemos a un Padre que persigue apasionadamente a sus hijos, los vuelve a comprar cuando se venden como esclavos y los viste con las ropas reales de su Hijo. No lo hace solo una vez. Extiende la gracia una y otra vez.

En el año 597 a.C., el pueblo de Dios se encontraba en una situación difícil. Durante cientos de años, habían rechazado a su Padre amoroso y habían elegido el pecado, la desobediencia y la idolatría. No querían tener nada que ver con Dios (Jeremías 32:33). Incluso cuando permitió que Israel fuera derrotado y llevado al exilio, Dios pensó en cómo volvería a recuperarlos. Soñaba con su redención (Jeremías 32:36-41). Les invitó a un pacto nuevo y eterno mediante el sacrificio de su Hijo en la cruz. Jesús se sacrificó para alcanzar a sus hijos y salvarnos a todos de nosotros mismos.

Pablo comunica bellamente esta verdad en Romanos 5:6-8. Mientras vivíamos en la rebelión, la desobediencia y el desorden, Dios Hijo murió por nosotros. Mientras vivíamos en odio hacia Él, abandonó su hogar celestial, se vistió de piel y sufrió una muerte atroz en la cruz, y resucitó victorioso de la tumba, todo para decir: «Te amo». ¡Nadie más haría algo así!

Al Señor le encanta salirse de las cajas en las que lo guardamos. Podemos tener miedo de su poder y alejarnos de Él, pero Él ha hecho todo lo necesario para rescatarnos del reino de las tinieblas. Piensa constantemente en la relación que quiere tener con nosotros. Nos busca y nos persigue. El amor de Dios es tan salvaje e inmerecido que nos asombra.

¿Qué cajas has construido para limitar el amor de Dios en tu vida?

¿Qué área de tu corazón todavía no ha sido tocada y transformada por el amor de Dios?

Dios nunca se queda sin amor para dar. Quiere que recibamos su abundante gracia una y otra vez. Cuando nos dejamos invadir por su búsqueda, nos transforma en adoradores de todo corazón que caminan con Él como Adán y Eva caminaron con Él en el Edén.