Día 1: Los finales son comienzos.

Si alguna vez has experimentado la muerte repentina de un amigo o familiar, conoces el terrible poder de la muerte cuando golpea. Lo mismo ocurre con la pérdida repentina de cualquier cosa que valoremos. Es un golpe desprevenido que nos hace caer de nuestro camino. Nos sentimos impotentes, desesperados y derrotados.

¿Pero qué pasa si la pérdida y el dolor no son definitivos como parecen?

Cuanto más leo la Biblia y sigo a Jesús, más me doy cuenta de esta sencilla verdad: lo que pensamos que son finales suelen ser solo comienzos. Lo que pensamos que es una pérdida a menudo resulta ser ganancia. Lo que debería ser debilidad se convierte en fortaleza. Lo que estaba destinado al mal se convierte en bien. ¿Por qué? Porque Dios es poderoso y bueno. Él tiene una forma de convertir lo peor que podría ocurrir en lo mejor que podría pasar.

Cambiar nuestra perspectiva para ver el panorama completo no es fácil ni está exento de dolor.

Imagina lo que pasa por la mente de un bebé cuando nace. Yo estuve presente en el nacimiento de mi hijo. ¡No disfrutó del proceso! Lo más probable es que hubiera elegido quedarse en el vientre. No podía imaginarse la libertad del mundo exterior.

De la misma manera, debido al miedo a lo desconocido, a menudo nos aferramos a las personas, lugares y sueños que perdemos. Las "pequeñas muertes" nos aterrorizan porque no podemos visualizar lo que está por delante. Al igual que un recién nacido, no tenemos el lenguaje para ello.

En la historia de Dios, el final de un capítulo suele ser el comienzo de una mayor oportunidad. Jesús describió su propia vida como una semilla que necesitaba morir y ser enterrada antes de poder dar vida a muchos (Juan 12:23-25). Ese principio se aplica en nuestras vidas a otras formas de morir.

La muerte no es el final. Es un final, sí, pero no es el fin. También es un comienzo, un paso necesario antes de que lo nuevo pueda surgir.

Así que, en lugar de entrar en pánico por miedo a lo desconocido, respira hondo. Elige confiar en Dios. Atraviesa la puerta. Un sueño no alcanzado, un trabajo perdido, una relación rota, o cualquier otra cosa que te ha dejado perturbado, dependerá de ti el procesar esa muerte de una forma correcta y luego avanzar hacia lo nuevo.

Dios quiere convertir tu final en un comienzo