¿Te sientes ordinario?Muestra

Tu Salvador (extra)ordinario

¿Sabías que uno de los nombres más comunes para los niños judíos en el tiempo de Jesús era Jesús? No estoy inventando eso. Echa un vistazo a este pasaje: "Pilato les preguntó: ¿Cuál quieren que les entregue: a Barrabás (Jesús Barrabás), o a Jesús, ¿el que llaman el Cristo?" (Mateo 27:17). O este: "También los saluda Jesús, llamado el Justo". (Colosenses 4:11). No es de extrañar que llamaran a nuestro Salvador, Jesús de Nazaret. ¡Había muchos Jesús corriendo!

Pero ese hombre con el nombre ordinario haría cosas extraordinarias. Jesús de Nazaret vivió por nosotros, murió por nosotros, sangró por nosotros y se sustituyó a sí mismo por nosotros para que cualquiera que creyera en Él, cualquier pecador ordinario, pueda tener vida eterna, un lugar en la presencia de Dios, una vida donde la felicidad espiritual no sería interrumpida por la tragedia o la pérdida. ¡A través de la fe, pasamos cada momento de toda nuestra vida con el Dios de toda la creación a nuestro lado! Extraordinario, ¿no?

Somos personas relativamente comunes. Tenemos nombres que docenas de otros en nuestras ciudades comparten. Hacemos un trabajo que podría ser duplicado por millones de otras personas. Vivimos en hogares en los que, tal vez, otros vivieron antes y otros vivirán después de que nos hayamos ido. Sin embargo, hay algo extraordinario en nosotros. Tenemos a Dios. Dios con nosotros, para nosotros, y obrando a través de nosotros.

Todo porque ese hombre con el nombre ordinario nos ofreció una gracia extraordinaria.

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