El hombre de la cruz del medio: Un plan de lectura de Pascua de 7 díasMuestra
LA PIEDRA FUE REMOVIDA
“¿Por qué buscan entre los muertos al que vive? Él no está aquí, ¡ha resucitado! Lucas 24:5-6 (NVI)
Cuando consideramos a Jesús como el Mesías, la mayoría de nosotros pensamos inmediatamente en términos personales: Jesús es mi Mesías. Él perdona mis pecados. Él vive en mí. Todo lo cual, por supuesto, es cierto. Pero las expectativas judías del siglo I respecto al mesianismo de Jesús eran mucho más amplias. Si hubiéramos hablado con un judío del siglo I sobre sus expectativas mesiánicas, habríamos descubierto esperanzas que tenían un alcance mucho mayor.
Los judíos anticiparon que su tan esperado Mesías vendría a derrotar a los paganos que los dominaban, reconstruir el Templo y establecer el gobierno justo de Dios sobre la tierra. La suya era una esperanza nacionalista de que el Mesías vendría y reivindicaría a la nación de Israel. La llegada de Jesús, los milagros que realizó, las historias que contó y las profecías que cumplió, generaron un gran crescendo de expectativas entre sus seguidores. Pero justo cuando comenzaron a pensar que Él sería quien redimiría políticamente al pueblo de Israel, vieron sus esperanzas mesiánicas colgadas en una cruz romana en el Calvario. Y cuando Jesús gritó: “Consumado es” (Juan 19:30), muchos de ellos debieron haber estado de acuerdo.
¿Cómo, entonces, este grupo de creyentes, cuyas esperanzas mesiánicas habían sido enterradas en una tumba, no sólo continuaron creyendo que Jesús era el Mesías, sino que se pararon en las calles donde había sido ejecutado, y sin avergonzarse declararon su mesianismo? La respuesta que resuena a través de las páginas del Nuevo Testamento se encuentra en la resurrección corporal de Jesús. El anuncio de los ángeles a las mujeres que habían llevado especias para embalsamar un cadáver provocó una reevaluación radical de lo que los creyentes habían presenciado el viernes y un cambio completo en la visión de sus vidas y su futuro. Cuando el Mesías reapareció entre ellos, tan vivo como siempre, estos discípulos que antes estaban tristes, afligidos, derrotados y con el corazón quebrantado, se transformaron en testigos audaces y gozosos. Ahora daban testimonio de la realidad de Cristo resucitado con un cuerpo que podía verse, moverse y tocarse, más aun, poseer capacidades que antes de la resurrección no había tenido. Su obra de salvación había concluido, pero ¡su vida y su reinado ciertamente no concluyeron!
Solo cuando los discípulos reconocieron su presencia resucitada, el mesianismo de Cristo ciertamente tuvo sentido. De hecho, lo que los primeros creyentes judíos descubrieron cuando “encontraron que la piedra del sepulcro fue removida” (Lucas 24:2) y vieron que “Jesús mismo estaba entre ellos” (v 36) fue que la esperanza, el gozo y el poder eterno se encendieron dentro de sus corazones. Y estos permanecen al alcance de todos los que ponen su confianza en Jesús, el Mesías resucitado. La resurrección y solo la resurrección cambia la tristeza, el dolor y la derrota en esperanza, alegría y poder. Es la resurrección, y sólo la resurrección, la que declara que nuestro Mesías derrotará a sus enemigos, restaurará a su pueblo y gobernará de mar a mar. La resurrección de Jesús cambiará todo acerca de cómo vives tu día a día.
- ¿De qué manera me está llamando Dios a pensar de forma diferente?
- ¿Cómo está reordenando Dios los afectos de mi corazón, lo que amo?
- ¿Qué es lo que Dios me está llamando a hacer a lo largo de mi día?
Adaptamos este Plan de otro recurso. Obtén más información sobre Truth For Life y Alistair Begg.
Escrituras
Acerca de este Plan
Casi todos concordamos en que este mundo está fragmentado. Pero ¿y si hubiera una solución? Este plan de Pascua de siete días comienza con la singular experiencia del ladrón en la cruz y considera por qué la única respuesta real al quebrantamiento se encuentra en la ejecución de un hombre inocente: Jesús, el Hijo de Dios.
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