¿En Quién Está Tu Identidad?Muestra

“Quiero ser como Jesús”

Podemos ver en toda la Escritura, diferentes personajes que nos inspiran por la forma tan radical en la que determinaron obedecer al Padre y obedecer a Jesús, por los dones que les fueron entregados y por la manifestación del poder de Dios en sus vidas a través de esos dones. Es indudable que lo que el poder de Dios provoca en las personas, nos mueva a fe, a querer perseverar en la voluntad de nuestro Padre, a desear con ansias la manifestación de Su amor y de Su gloria a través del servicio.

Es inevitable sentir gozo por la manifestación del poder de nuestro Padre, a través de los testimonios relatados en la Palabra. De hecho, también en lo que podemos ver que sigue haciendo en los hermanos que se encuentran a nuestro alrededor. No podemos dejar de maravillarnos por las obras que Él ejerce en los suyos, cómo no gozarnos de poder ser testigos y partícipes de Su sobrenaturalidad, de la manifestación de Su poder.

La Palabra nos enseña que debemos gozarnos los unos con los otros, una clara manifestación del amor del Padre en nosotros. Sin embargo, no significa que lo que les fue entregado y vivieron aquellos personajes bíblicos o tienen y viven muchos de nuestros hermanos, también tiene que ser lo mismo que nosotros debamos tener y vivir. Lo expreso desde la literalidad de esa manifestación única en que Dios determina obrar en cada uno de manera especial. El Señor es quien determina qué entregarnos a cada uno, con qué propósito y cómo quiere que lo usemos para manifestar y vivir en Su gloria, para servir a los demás.

Esto que les escribo me hacer recordar que alguna vez en una congregación en la que estuve, nos llevaron a responder la siguiente pregunta: ¿A qué personaje de la Biblia te quieres parecer, que no sea Jesús? Recuerdo que las respuestas de mis hermanos aludían a varios discípulos; entre ellos, Juan y Pablo, además de otros personajes del antiguo testamento: David, Esther, Daniel, etc. Si realmente nos detenemos a analizar esta pregunta, podemos ver que en realidad lo que admiramos de esos personajes, es el carácter de Cristo en ellos. En pocas palabras, no es a ellos en realidad a quienes podemos ver reflejado a través de cada una de las manifestaciones que admiramos, sino a Cristo. Es decir, es Cristo Jesús, quién nos cautiva, cumpliéndose así el propósito que tiene la Palabra vivificante en los hijos de Dios.

Yo me quiero parecer a Jesús, yo quiero ser como Jesús. El Jesús revelado a través de todos esos hombres de la Biblia que fueron instrumentos usados por Dios, para manifestar Su carácter, Su gloria, Su poder, Su santidad y Su justicia. Quiero tener los dones que el Señor ha determinado entregarme para cumplir Sus propósitos, quiero tener lo que Él ha determinado que tenga porque sé que es mucho mejor de lo que pueda imaginarme. No quiero parecerme a nadie más que a Jesús, no quiero tener lo que Él le ha dado a otros; quiero lo que Él me ha dado y me quiere seguir entregando para servirle. Él es el único a quien quiero imitar, es Su identidad la que anhelo y deseo se forje cada día en mí para poder alcanzar la plenitud que sé solamente en Él puedo hallar. Renuncio a querer parecerme a un simple mortal, el Señor me salvó de mí mismo, ¿qué sentido tendría que quiera ser alguien que no es Él? Yo quiero ser como Jesús, lo quiero a Él en mí.