¿Cómo Reaccionas Ante La Ofensa?Muestra

¿Qué tanta verdad puede haber?

Cuando nos sintamos ofendidos deberíamos tener presente lo que relataré en este segundo y el tercer día de este plan. Hablo desde el ideal y del deber ser, porque sé lo frágiles que somos ante las ofensas y la necesidad que se suscita de defendernos inmediatamente. En la mayoría de las ocasiones, actuando bajo la dirección del enojo y de nuestros impulsos en lugar de ejercer control propio.

Tendremos que entrenarnos diariamente en esta área, pero primero, tenemos que ser muy conscientes de la necesidad que tenemos de fortalecernos en ella. Porque no faltará quien diga: "Yo no tengo ese problema", sin darse cuenta de que su señor, quien le controla, son sus propias emociones. Déjenme decirles que son muchos los ridículos a los que se expone quien neciamente se niega a reconocer que debe mejorar en esta área de su vida. Empecemos entonces con lo puntual:

Detrás de la ofensa siempre hay crítica y la intensión de agredir. Ante esto deberíamos aprender a callar y más bien discernir la intención que trae consigo la ofensa. Puede ser que nos sorprendamos y nos resulte beneficioso. Me explico, a veces las personas tenemos la gran debilidad de no sabernos expresar asertivamente y por eso fácilmente podemos herir o nos pueden herir. Sin embargo, lo que dicen no necesariamente es algo que se tenga que desechar, quizá en la mayoría de las ocasiones la forma en que viene lo importante no es la adecuada y eso es lo que tenemos que identificar. Puede ser que detrás de la intención que tuvieron de ofendernos y lastimarnos pueda haber algo de verdad que es necesario que tengamos en cuenta para pulir nuestro carácter. Es decir, una persona madura, tiene la capacidad de tomar todo lo que le sirve para seguir fortaleciendo su carácter en Cristo. Así lo tenga que tomar incluso de un ataque o una ofensa. A eso se le llama inteligencia, aprovechar lo que el enemigo quiere usar para dañarte como una oportunidad para entrenarte, capacitarte y hacerte más fuerte en la identidad que está siendo perfeccionada en ti, conforme la identidad de Cristo Jesús.

Para la mayoría puede sonar algo extremadamente difícil de hacer; sin embargo, es una forma de probar el carácter y lo tan bien entrenados que estamos en poner por obra lo que tanto predicamos. Es una buena forma de autoexaminarnos, no importa cuántas veces tengamos que reconocer lo débiles que somos y lo necesitados que estamos de ser perfeccionados realmente en el carácter de Cristo. Caer y reconocer nuestras debilidades, solo habla de la dependencia que tenemos de Cristo y de la necesidad de seguir siendo tratados para madurar en Él.