[Alrededor de la mesa] Todos están invitadosMuestra

Victoria

Debido a la promesa de Dios dada en Pentecostés, cada creyente tiene el Espíritu Santo viviendo en su interior, el mismo Espíritu que resucitó a Jesús de entre los muertos.

Cuando fui salvo, tenía 9 años, muerto de miedo caminé por el pasillo de la iglesia por primera vez. Luego me enviaron a una habitación espeluznante con una viejecita que decía: «Toma, completa esta tarjeta». Aunque todo esto fue demasiado abrumador para mí, yo sabía que Dios estaba actuando. Dios utilizó ese momento para invitarme a una relación de aventura, para empezar a descubrir quién es Él. Recuerdo que pensé: «Ok, bueno, ¿y ahora qué?¿Qué sigue? ¿Qué hago ahora?». Ahí estuve, durante unos seis años. La verdad es que, aunque esto ocurrió a los 9 años, no fue hasta los 15 años que sentí que Dios moraba en mí.

¿De dónde viene la victoria? ¿De esta vida abundante de la que habló Jesús?¿Es porque ahora puedes ser bueno y te comportas correctamente que te conviertes en cristiano? A eso respondo: «No. Buena suerte con eso». Tener una lista de buenas obras realizadas en la que tachas lo que has hecho bien no funciona. Si no me crees, solo tienes que mirar la ley del pecado y de la muerte, mirar el espejo, el antiguo pacto y los Diez Mandamientos. Seguimos necesitando a Jesús. Las normas, los reglamentos y el dogma no lo harán. Vas a necesitar el empoderamiento del Espíritu Santo para poder caminar en victoria, porque el diablo puso su mira sobre ti en el momento en que vio cómo el amor de Dios te estaba buscando, ese amor divino que Dios tiene sobre tu vida desde antes de que nacieras. Este empoderamiento del Espíritu Santo es muy importante. Además de la comunidad, el resultado del ministerio de Jesús es el empoderamiento.

El Espíritu Santo facultó a los discípulos para hablar en distintas lenguas y el pueblo de Jerusalén, que visitaba de todas partes, acudió corriendo al oír el fuerte estruendo. Se asombraron al oír a los discípulos hablar en su lengua materna, contando las maravillas que Dios había hecho. «¿Qué puede significar esto?», se preguntaban. Cuando Dios entra hoy en escena, todavía sorprende y deja perpleja a la gente.

Piensa en lo que Dios hizo en ese momento. Dios estaba poniendo su naturaleza y poder dentro de su pueblo. Estaba reuniendo lo que se había dividido. Estaba poniendo el Espíritu Santo a la vista de todos los presentes, lo cual es increíblemente vivificante y profundamente atractivo. De ahí viene la victoria: del Espíritu que resucitó a Jesús de entre los muertos.