[Alrededor de la mesa] Todos están invitadosMuestra

Empoderamiento

Pentecostés, cincuenta días después de la Pascua. La tensión crecía en Jerusalén. Pedro ya había negado a Jesús tres veces. Judas había vendido a Jesús. Sabemos cómo terminó esa historia. Los discípulos habían visto el horror de la crucifixión de Jesús. Vivían el caos de las secuelas. ¿Puedes imaginar el miedo que debió de apoderarse de ellos? Y piensa que Jesús les había dicho que se quedaran ahí: «Esperen».

Fue en el aposento alto, alrededor de la mesa, donde tuvieron aquella última comida juntos, en la que Jesús mantuvo una conversación íntima que cambió la vida de sus seguidores más fieles. Les habló del cuerpo y del pan. Jesús habló de su muerte y resurrección, de lo que esto significaría para ellos. Luego les dijo que esperaran allí la promesa. De nuevo, en la ascensión, les dijo que esperaran. Diez días después, seguían allí, esperando.

Se acerca la celebración de Pentecostés. De repente, desde el cielo, vino el Espíritu Santo con el sonido de un viento impetuoso y lenguas de fuego, y todos empezaron a hablar en otras lenguas. El Espíritu Santo les dio la capacidad. ¡Debió ser increíble! El resultado del ministerio, la crucifixión, la resurrección y la ascensión de Jesús no solo dio lugar a una comunidad, sino a un empoderamiento. Pentecostés da lugar a un empoderamiento.

No dejes que esta sección te asuste. Este don ha sido ampliamente debatido, pero es un don. Tenemos el placer de servir al Padre de las luces, que es el Dador de todo don bueno y perfecto (Santiago 1:17). Es un Padre bueno y bondadoso el que otorga el don de lenguas. El concepto de lenguas ha sido tergiversado por el enemigo para causar cinismo, miedo, especulación o algo peor. Lo que Dios dio se utiliza para provocar división en la Iglesia, lo cual es irónico, porque lo que Dios había dispersado en Babel lo volvió a reunir en Pentecostés. El orgullo humano a través de la Torre de Babel hizo que Dios dispersara las lenguas, pero en Pentecostés, vemos que Dios devuelve la unidad a su pueblo. Este don, este momento de poder sobrenatural desplegado, es para la unificación de lo que había sido dividido y dispersado.

No nos enfoquemos tanto en el don de lenguas para que no nos perdamos el verdadero don del poder del Espíritu Santo.