Día 3

Si hay algún personaje bíblico que puede presumir de haber sufrido, sin duda es el apóstol Pablo. Soportó numerosos azotes, palizas y lapidaciones. ¡Incluso se adentró en mar abierto y experimentó insomnio, desnudez, hambre, sed, frío y numerosos peligros! Y, sin embargo, esas cuestiones no lo doblegaron; las consideraba desafíos temporales, incluso leves.

A través de todo lo que Pablo soportó, su enfoque permaneció firmemente en su Padre. El Padre de Jesús. Padre nuestro que estás en los cielos.

Nuestro Padre, que nos envió a su Hijo cuando era un bebé, que creció hasta la edad adulta y voluntariamente asumió el pecado del mundo, es el Dios de todo consuelo. Esta fue la raíz de la confianza de Pablo: que su pecado, y el nuestro, ha sido completamente pagado.

Así como Jesús sufrió, Pablo sufrió. Nosotros también experimentaremos dolor y sufrimiento de vez en cuando, algunos más que otros. Sin embargo, el sufrimiento que soportamos palidece en comparación con el gozo, la paz y la victoria que vienen como recompensa por la fidelidad a nuestro bondadoso Padre, nuestro Rey Jesús. Con esa esperanza, hoy podemos encontrar verdadero consuelo en medio de cualquier cosa que debamos soportar.

Pasos de acción: Haz una pausa por un momento y reflexiona sobre el modo en que la venida de Jesús a esta tierra cambió tu vida para la eternidad. Medita en las Escrituras de hoy y permite que el Espíritu Santo te dé una nueva perspectiva sobre cualquier desafío que puedas estar enfrentando.