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En casa

Cuando hemos estado fuera de casa por algunos días, ya sea de vacaciones, por trabajo o en el peor de los escenarios, en algún hospital, sabemos que la sensación de regresar a casa es indescriptible.

Aun estando en lugares espectaculares, con paisajes y experiencias maravillosas, podemos experimentar un “agotamiento” que nos va restando fuerzas y energías.

Científicamente, la ciencia ha demostrado que cuando realizamos actividades al aire libre o sencillamente estamos en modo “disfrute” o “vacaciones”, nuestro cuerpo está expuesto a ciertos factores que nos agotan. Algunos de estos es la deshidratación, la exposición a los rayos del sol, aumenta nuestro ritmo cardiaco por las actividades frecuentes que practicamos, entre otras.

Por eso, el llegar a casa puede ser considerado como un oasis. De igual forma podemos comparar el que al estar fuera de casa por todo un día, luego de una jornada laboral extensa, pueda provocar estos mismos síntomas en nuestro cuerpo y en nuestra mente.

Nuestro agotamiento se hace real, palpable e inevitable. Pero, ¿qué pasa cuando finalmente llegamos a casa?

Esa sensación de paz y de relajamiento invade nuestro cuerpo y nuestra mente. Descansar en nuestra propia cama y en nuestro espacio personal e íntimo hace que nuestros cuerpos se relajen.

Es por esto que es Indispensable que la presencia de Dios que, aunque está en nosotros, con nosotros y por nosotros, también podamos tenerla como nuestra aliada en casa.

La presencia de Dios en tu casa depende de ti.

Depende de tu invitación a Dios, a su hijo y al Espíritu Santo a habitar en ella de forma permanente.

Qué tu hogar sea convertido en un portal de bendición. Ese “spot” en el que te conectas para llenarte de fuerzas y recargar tus baterías.

La Biblia nos enseña de la transformación que hubo en el hogar de un hombre que tuvo el arca de la presencia de Dios en su casa por un tiempo limitado.

Obed-Edom conoció y experimentó la presencia de Dios y toda su familia vivió los resultados.

¡Honra a Dios en tu casa y Él honrará tu vida!

Dale el lugar y el espacio para que Su poder fluya e influya en tus planes, en tus estructuras familiares, en tus rutinas. Permítele al Espíritu Santo ser esa fuente de poder a la cual tú y los tuyos, y todo el que llegue a tu casa se pueda conectar y salir recargado.

Te recuerdo que fue en una casa, en un aposento alto, donde la Promesa del Espíritu fue derramada.

Convierte tu lugar íntimo, tu hogar en ese portal lleno de poder, que sea manifiesto en tu vida, en los tuyos y que los que te rodean sean bendecidos por Él.