Peleamos JuntosEjemplo

Hoy por ti, mañana por mí

En nuestro devocional anterior hablamos acerca de la importancia de expresarnos y pedir ayuda, y que esto es sumamente necesario porque nadie puede adivinar lo que nos está pasando. O, al menos, no es lo más usual.

Pero, ¿es posible que alguien abra su corazón y no reciba la ayuda que necesita, el ánimo, o el acompañamiento? Es posible, porque todos somos humanos y falibles. Puede ser que esa persona a la que le pediste ayuda no tenga todas las habilidades para dártela.

Sin embargo, te propongo que nos esforcemos para que eso sea solo una excepción, algo que rara vez sucede.

Pongamos en práctica el comprometernos con la lucha de nuestros hermanos. En una sociedad individualista, tenemos que ser intencionales y avanzar en contra de esa cultura.

Cuando alguien se acerque pidiendo ayuda, comprometámonos con la causa de esa persona. En oración, pero también en cuestiones concretas. Puede ser simplemente preguntando: “¿Cómo estás?”, “¿Cómo te está yendo con eso o aquello que me contaste?”. Hacer un llamado telefónico o una visita, son cosas que pueden cambiar el panorama de quien está atravesando un desierto.

Este es un privilegio del cual todos somos partícipes. No es solo de pastores y líderes la responsabilidad de acompañar y animar a otros. Aun ellos necesitan del cuerpo para ser animados y acompañados en diferentes ocasiones.

Lo precioso de este compromiso es que cuando esa persona logre atravesar su desierto, sin duda tendremos un amigo dispuesto a hacer lo mismo por nosotros más adelante.

¡Llamado a la acción!
A veces, las personas que nos rodean pueden tener la valentía para compartir con nosotros sus preocupaciones. Otras veces, nos dejan entreverlas.
Si sientes el impulso de enviarle un mensaje a alguien para preguntarle cómo está, probablemente esa persona lo esté necesitando.
Vos podés ser la respuesta a una oración de alguien. ¡No dejes pasar ese privilegio!